El, y los mitos, constituyen un tema de temas de
análisis en todos los tiempos. Esa imagen o símbolos que prefiguran al mito
(mitos) es preciso de atender en su dimensión justa y equilibrada, si fuese
posible. No es nada fácil, cuando nuestra psiquis está repleta de esa
concepción preconcebida que dieron (y dan todavía) el sentido mítico de las
verdades que se dieron a entender como si fuese una verdad ineludible e
inquebrantable. Más aun, en cuestiones de fe, centrada desde luego, en la misma
Biblia.
“Un
mito (del griego mythos, relato, cuento)
es un relato tradicional que se refiere a acontecimientos prodigiosos,
protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses,
héroes, monstruos o personajes fantásticos.
Los mitos forman parte del sistema de
creencias de una cultura o de una comunidad, la cual los considera historias
verdaderas. Al conjunto de los mitos de una cultura se le denomina mitología.
Cuanto mayor número de mitos y mayor complejidad tiene una mitología, mayor es
el desarrollo de las creencias de una comunidad. La mitología sustenta la
cosmovisión de un pueblo.
…Como los
demás géneros narrativos tradicionales, el mito es un texto de origen oral,
cuyos detalles varían en el transcurso de su trasmisión, dando lugar a
diferentes versiones. En la sociedad que se conoce la escritura, el mito ha
sido objeto de reelaboración literaria, ampliando así su arco de versiones y
variantes. Por eso los mitos no han desaparecido en la época actual, solo se
muestran y trasmiten a través de diferentes medios.[1]
A la
‘desmitificación` expresamos que: “Con este término se entiende, en
general el momento negativo del proceso hermenéutico que quiere eliminar toda
forma de distancia cultural entre un texto del pasado y el hombre
contemporáneo, sacando a la luz de nuevo aquella comprensión común de la
existencia, expresadas a través del mito, que existe entre el lector y el autor”.[2]
“Es
necesario comprender cuales han sido los pasos históricos de la tesis mítica
como exegesis o interpretación bíblica en la teología liberal. La posición
evidentemente es filosófica. Como una expresión simbólica, el mito ha influido
en las mentes más profundas del pensamiento humano. Tanto la teología
modernista católica romana como teología protestante –occidental- liberal
aplican el recurso del mito a los pasajes bíblicos que no se pueden entender
con la razón humana. En otros términos, se desecha el sobrenaturalismo bíblico:
los milagros, la doctrina de la Trinidad, el nacimiento virginal de Jesucristo,
etc. Trataré de demostrar –dice el autor- que la herramienta del ‘mito’ aplicada a la Biblia no es sino
una ‘alquimia teológica’ irracional
que nada tiene que ver con los mismos hechos históricos y los propios datos de
las Escrituras” [3]
“…el
mito como la trasmisión de una verdad tan profunda que solamente el lenguaje mítico,
figurado y simbólico es adecuada para expresarla. Es lo que el mito hace. Un mito
es verdadero cuando el sentido que quiere transmitir es verdadero e ilumina a
toda la humanidad…” [4]
En un
sentido, el mito –dependiendo de su dimensión e intención- no es ni bueno, ni
malo. Es un recurso literario y no la fuente “única” de la verdad y la razón. Lamentablemente,
se ha utilizado –mucho en la Biblia- como un instrumento de manipulación “grosera”
y “alarmante” de la vida misma. “El mito como encubridor, es un
falseamiento de la verdad, no contiene nada. El mito puede ser enseñado para
engañar. Es el elemento atávico que no puede cambiar. La Biblia se ha utilizado
para mantener el mito. El mito para mantener la estructura del poder…dando paso
al fundamentalismo que no cambia”[5]
JAIRO OBREGÓN.
19/05/2014
San Francisco, Venezuela
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