Todos de alguna manera hemos
caído en estado afanoso o ansioso en la vida. Más aun, cuando en estos días de
diciembre la mente se llena de la propaganda y la tradición para festejar en
familia, en grupo social o cultural. El comercio lanza su consumismo y las
vitrinas llenas de cosas apetecen el buen gusto de cada quien, y en la medida
de lo razonable es bueno compartir juntos de esos buenos momentos en la vida en
sana paz y solidaridad. Sea cual sea la fiesta que nos lleva a sonreír,
alegrarnos y por qué no sentirse bien. Un consumo razonable es saludable en la
sociedad. Lo malo es que se convierta en una sociedad de consumo.
Sin embargo, son los más
necesitados los castigados socialmente por no tener en la vida lo suficiente.
Es al pobre de estas fiestas que les crujen el estómago de hambre, y ven que
sus vidas están colmada de calamidades y desesperanza. Al no tener qué comer y
qué vestir y no darles los regalos a los pequeños desde luego viene el AFAN y
la como un peso aplastador.
“Los niños pobres preguntan:
¿Dónde están los regalos de navidad? Los padres pobres responden: el dinero no
alcanzó, no tuvimos dinero. Las cosas están demasiado caras con precios
homicidas. En su letanía, se desconsuelan sabiendo que lo que llaman Navidad o
Noche buena no fueron buenas para con ellos. Esta es la razón de sus fueros y
empieza el martirio de la falsa “feliz afanidad”.
La navidad moderna se divide
en dos toletes: Los que tienen y los que no tienen. Esa es la marca que la
cultura dominante le ha etiquetado. Y es en navidad cuando los dos toletes se
anteponen el uno del otro. A todas luces es un juego injusto donde el que tiene
le gana al que no tiene. No se trata que tener y gozar sanamente sea malo, nada
lejos de ese pensar. Se trata que la sociedad de consumo o el feliz consumismo
ha dividido la sociedad actual.
La cuestión no está tanto si
se tiene o no se tiene, esa no es la reflexión, se trata que el ser humano vale
no por lo que tenga o no tenga, se trata que somos más de lo que poseemos. Primero
soy, segundo hago, tercero tengo y cuarto comparto. En ese orden de ideas para
meditar y reflexionar en toda magnanimidad.
Seamos agradecidos a Dios, a la vida por todo
y en todo lo que hemos tenido que pasar, sea bueno, o sea malo. Tengamos o no
tengamos. Ser agradecidos nos libera de la carga, de las preocupaciones y sin
sabores de tantas cosas que pasan y que muchas veces no tiene ninguna
explicación. Ser agradecidos nos vitaliza y renueva las fuerzas, las esperanzas,
la fe, el amor para seguir adelante en el camino. El ser agradecido es la mejor
manera de pedir.
Jesús, el hijo del hombre,
vio y detectó este mal de afanarse y lo narró de la siguiente manera en Lucas
capítulo 12: 22-31 (RVR 1960). Veamos.
“Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer, o qué
habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No vale más la
vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane añadir a su estatura un
codo?
Y
por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo
crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su
gloria se vistió así como uno de ellos.
Y
si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste
así, ¿No hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No
os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque
los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que
tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas.
Así
que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su
propio afán. Basta a cada día su propio afán.
En esto pensad.
JAIRO OBREGÓN
19/12/2017
Maracaibo, Venezuela.