Vivimos en
una época crucial en la historia de la humanidad cuando los paradigmas del
pasado han ido evolucionando con el paso del tiempo. El quehacer teológico no
se escapa de esta realidad contractual. Las estructuras de las teologías de la
Edad Media, y la era renacentista salida de la anterior, no aguantan más el
paso aplanador de una historia que continúa su marcha sin detenerse a pensar en
lo que deja atrás.
Es menester
pensar y reflexionar que esa concepción pasada ha hecho mucho daño en
menoscabar el sentido digno de la vida y de su continuidad. Ya los esquemas
pensantes de las universidades de la vieja Europa que cuantificaban en sus disertaciones:
“¿Cuántos ángeles cabían en el ojo de una aguja de coser?” Como principio
teológico, no tiene ningún sentido en la época de hoy. Antes, se pensaba en las
iglesias y en la sociedad que la tierra era cuadrada, sostenida por cuatro
elefantes, que se asentaba dichos elefantes en una gran serpiente marina, cómo
se verá no tiene ningún sentido. Claro está, esa era la forma de pensar de la
época, no cabe duda. Pero ese pensamiento llevó a martirizar a esa generación,
aun, hasta en nuestros pueblos colonizados.
Qué de
decir de “Cristo español”, todo un señor feudal, con ansias por las ganancias,
que tenía un “Padre dios” que no tenía mucha paciencia, que castigaba a diestra
y ha siniestra los pecados de los pecadores que infringía en sus alegatos, que
mandaba al sacrificio de personas por desconocer sus intenciones, hoy, ese
prototipo de “dios feudal” no podemos seguir aguardándolo bajo su corona y majestad.
Ese tipo de racionamiento teológico parece ser qué, todavía, está presente en
algunas de las iglesias tradicionales.
La iglesia
y su teología de ese corte no evolucionaron, se quedó en el tiempo, se resisten
actualizarse. Siguen a Platón en un cielo griego donde lo puro, son los dioses
y semidioses del Olimpo y en la tierra lo impuro el pecado y el pecador […] y como resultado de ese pensamiento de
clasificación, en la actualidad ha venido involucionando el quehacer teológico
hasta volverse piedra. Hay que reflexionar de verdad.
La iglesia
romana impuso su modelo papal de supremacía en el cristianismo occidental, qué
posteriormente, los llamados “príncipes de Europa” se negaron a acatar, derivándose
las diferentes “denominaciones protestantes”, quienes le dieron otro sentido,
al que cada quien, le convino mantener bajo el manto de la aristocracia en unos
“pequeños papas”, donde su quehacer teológico fue resultado de la conveniencia
más que de la necesidad de los seres humanos. Desde luego, no niego que se
puede extraer grandes enseñanzas pasadas y su quehacer teológico ha
proporcionado una gran riqueza espiritual para todos los tiempos, eso no está
en duda.
Sin embargo, todavía se sigue el mismo patrón
feudalista de discriminación, extorsión, manipulación, intimidación y su sinfín
de circunstancias increíbles de seguir acariciándolas.
En la
actualidad existen muchas crisis que experimenta la humanidad. Desde las luchas
de clases donde el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre; donde la
política fenece y sucumbe ante el gran capital; donde el racismo no ha pasado
de moda, lo contrario, se impone más; donde el cambio climático no aguanta más
cuando los océanos y mares son grandes basureros destruyendo los ecosistemas; cuando
vemos que el agua escasea hasta los límites de la desesperación; cuando
observamos que las guerras se incrementan a nivel mundial que si no se toman
las medidas adecuadas pudiera desaparecer el hombre de la faz tierra por una hecatombe
nuclear. Es de reflexionar urgentemente.
El quehacer
teológico de hoy, no puede seguir los predicamentos y apreciaciones y apetencias
de los siglos pasados. Estamos ante un cambio de época y una época de cambio. La
teología tiene que evolucionar a los nuevos desafíos y necesidades como ha
pasado en cada ciclo de vida. La religión se extingue, tiende a desaparecer. La
religión se está petrificando. Esa teología se está convirtiendo en piedra, no
viva, sino, en una roca vieja que se desvanece con el tiempo.
De las
grandes crisis de la humanidad a la que nos hemos referido, existen dos crisis
que sería el resumen de la sumatoria de todas y al mismo tiempo deja de ser
crisis para transformarse en realidades en el quehacer teológico: la Ecología y
lo Social.
Nunca antes
la tierra ha estado tan amenazada por la mano del hombre. Y la amenaza de la
destrucción del hombre por el hombre no ha desaparecido. De ahí, que el
quehacer teológico parte de una nueva realidad contractual. Sin la tierra el hombre con todo su posicionamiento
y estructura religiosa no podrá sobrevivir. La tierra sin el hombre vive como faltándole
algo. El quehacer teológico es ahora un poco más a lo que se definiría:
Ecosocial. Es un quehacer teológico que tenga rostro humano. Es un quehacer
teológico que tenga rostro de tierra. Es un quehacer teológico que combine los
cristianismos originarios. Es un quehacer teológico que busque la
sustentabilidad de los recursos del planeta. Es un quehacer teológico que vislumbre
el nuevo día donde todos seamos hermanos y hermanas. La teología Ecosocial es
donde Jesús se hace presente con su mensaje de paz y armonía. Así sea.
JAIRO
OBREGÓN
06/09/2014
San Francisco, Venezuela