Acerca de mí

Mi foto
AUTOR, ESCRITOR-EDITOR Y LIBREPENSADOR EN MIS BLOGS CON LA TECNOLOGÍA BLOGGER.

martes, 12 de octubre de 2021

UN 12 DE OCTUBRE DE 1492, SE ABREN LAS VENAS ABIERTAS DE LA AMÉRICA LATINA, POR EDUARDO GALEANO

 

 

La invasión comienza: Un 12 de Octubre, día fatídico, que suena maravilla para quienes llegaron del otro lado (europeos), y horror para quienes estaban de este lado (pueblos indígenas), siendo estos engañados por los diablos, pués vinieron para: “hurtar, matar y destruir” como dijo Jesús de Nazaret.

Nada que festejar: No se puede ni debe decir “Día de la Raza”, ni el “Encuentro de Dos Mundos”, ni Día del Descubrimiento, ni el “Día de la Hispanidad”. Es como darles las gracias por invadirnos para después, matar, saquear este continente de la Abya Yala como era el nombre  antes de ser llamada América. La sangre de casi 100 millones de aborígenes o indígenas no puede quedar en el basurero de la historia. Esto no se festeja.

¿Qué nos quedó?: Eduardo Galeano (1940-2015), nuestro latinoamericano –de siempre-, en su Libro inmortal de “Las Venas Abiertas de la América Latina” nos sigue dando luces en medio de la oscuridad. Veamos.

Unos ganan y otros pierden. ´´ “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. [Capitalismo]. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta [y no han sacado sus dientes]. Pasaron los siglos y América Latina [y el Caribe] perfeccionó sus funciones.

La realidad y la fábula. Este ya no era el reino de las maravillas donde la realidad derrota la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata [hoy petróleo, gas y demás].

La región como sirvienta. Pero la región sigue trabajando como sirvienta [sin eufemismos]. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo [aquí entra Venezuela] y el hierro, el cobre [de Chile] y la carne [de Argentina], las frutas y el café [de Colombia, Brasil, Centroamérica], las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos [por eso se consigue de todo] que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos [esto no se ve, ni se quiere ver].

“Precios justos” o “Libre precio”. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, “hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de libre comercialización” [este es credo neo liberal].

“Libertad” para quiénes. Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios. [Los ricos no pagan cárceles, son los pobres].

Sistema de inquisidores. Nuestro sistema de inquisidores y verdugos [hay quienes defienden este sistema hasta con la vida] no solo funcionan para el mercado externo dominante; proporcionan también caudalosos manantiales de ganancias que fluyen de los empréstitos [hipotecas o garantías] y las inversiones extranjeras en los mercados internos dominados [explotados, saqueados o sancionados]. “Se ha oído hablar de concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países­… es que nosotros no damos concesiones”, advertía, allá por 1913, el presidente norteamericano Woodrow Wilson. Él estaba seguro: “Un país –decía- es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido”. Y tenía razón.

Perdimos el derecho de ser americanos. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos [fue un despojo de identidad], aunque los haitianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América de segunda clase, de nebulosa identificación. [Racismo, exclusión, odio de clases].

Las venas abiertas. Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento [o invasión, saqueo] hasta nuestros días [no ha cesado la extracción], todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. [Y ahora hasta el cambio climático se convierte en recurso de explotación].

El modo de producción. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya habían nacido dieciséis [16] de las veinte [20] ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad).

Historia o competencia. Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son [es] otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del sub desarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial.

Nuestra derrota. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros; los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neo colonial, el oro se convierte en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno.

La explotación desde 1492. Potosí, Zacatecas y Oruro Preto cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de los metales preciosos al profundo agujero de los socavones vacíos, y la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre y de la selva amazónica del caucho; el nordeste azucarero de Brasil, los bosques argentinos del quebracho o ciertos pueblos petroleros del lago de Maracaibo [se hundió la tierra de tanta extracción de las empresas extranjeras de petróleo, de eso sabemos mucho, y nunca se disculparon] tienen dolorosas razones para creer en la mortalidad de las fortunas que la naturaleza otorga y el imperialismo usurpa.

Los explotadores son también explotados. La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ahoga los bastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes –dominantes hacia dentro, dominados desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestia de carga. [Y después, nos quieren venir a salvar, como decía Galeano, “no quiero que me salven…”].

La brecha se extiende: Hacia mediados del siglo anterior, el nivel de vida de los países ricos del mundo excedía en un cincuenta por ciento [50%] el nivel de los países pobres [por ello, no hay países pobres, hay países empobrecidos]. El desarrollo desarrolla la desigualdad: Richard Nixon anunció, en abril de 1969, en [su] discurso ante la OEA, que a fines del siglo veinte [XX] el ingreso per cápita en los Estados Unidos sería quince veces más alto que el ingreso en América Latina [y después se quejan de tantos inmigrantes que ven el sueño americano para luego ver la pesadilla de ese sueño].

La causa es la desigualdad. La fuerza del conjunto del sistema imperialista descansa en la necesaria desigualdad de las partes que lo forman, y esa desigualdad asume magnitudes cada vez más dramáticas. Los países opresores se hacen cada vez más ricos en términos absolutos, pero mucho más en términos relativos, por el dinamismo de la disparidad creciente.

El capitalismo central y sus mitos. El capitalismo central puede darse el lujo de crear y creer sus propios mitos de opulencia, pero los mitos no se comen, y bien lo saben los países pobres que constituyen el basto capitalismo periférico. El ingreso promedio de un ciudadano norteamericano es siete veces mayor [para la época] que la de un latinoamericano y aumenta a un ritmo diez veces más intenso.

Los promedios engañan. Y los promedios engañan, por los insondables abismos que se abren, al sur del rio Bravo [frontera con México], entre los muchos pobres [como los haitianos golpeados por la caballería montada. Salvo los venezolanos que pasan el río Bravo casi ilesos, puesto que salen con dinero en dólares y ya se ven hasta coyotes venezolanos, que tal] y los pocos ricos de la región. En la cúspide, en efecto, seis millones de latinoamericanos acaparan, según las Naciones Unidas, el mismo ingreso que ciento cuarenta millones de personas ubicadas en la base de la pirámide social. Hay setenta millones de campesinos cuya fortuna asciende a veinticinco [25] centavos de dólar por día [como de manera sistemática han golpeado nuestro signo monetario con un dólar paralelo y hemos tenido que reconvertir varias veces la moneda del Bolívar rumbo a un Bolívar Digital y establecer una divisa propia llamada Petro, aun cuando esta gran parte dolarizada la economía venezolana, todavía]; en el otro extremo los proxenetas de la desdicha se dan el lujo de acumular cinco millones de dólares en sus cuentas privadas de Suiza o Estados Unidos [por lo mínimo hoy en día], y derrochan en la ostentación y el lujo estéril ‘ofensa y desafío’ y en la inversión total, los capitales que América Latina podría destinar a la reposición, ampliación y creación de fuentes de trabajo.

Constelación del poder imperialista.  Incorporadas desde siempre la constelación del poder imperialista, nuestras clases dominantes no tienen el menor interés en averiguar si el patriotismo podría resultar más rentable que la traición o si la mendicidad es la única forma posible de la política internacional [todos unos borregos]. Se hipoteca la soberanía [de esto sabemos mucho, aquí los llamamos vende patrias] porque “ya no hay otro camino”; las coartadas de la oligarquía confunden interesadamente la impotencia de una clase social con el presunto vacío de destino de cada nación. [Cayendo en el FMI y los fondos buitres].

El descaro. Josué de Castro declara: “Yo, he recibido un premio internacional de la paz, pienso que, infelizmente, no hay otra solución que la violencia en América Latina”.

El centro de la tormenta. Ciento veinte millones [120 millones] de niños [as] se agitan en el centro de la tormenta. La población de América Latina crece como ninguna otra; en medio siglo se triplicó con creces. Cada minuto muere un niño [a] de enfermedad o hambre, pero en el año 2000 habrá seiscientos cincuenta millones de latinoamericanos, y la mitad tendrá menos de 15 años de edad: una bomba de tiempo. [Por la gran desigualdad social, los ricos se hacen más ricos y los pobres se hacen muchísimo más pobres, nunca se habla de una tal clase media.].

Las consecuencias. Entre los doscientos ochenta millones de desocupados o sub ocupados y cerca de cien millones [100 millones] de analfabetos [salvo Cuba y Venezuela en la actualidad declarados zona libres de analfabetismo por la UNESCO]; la mitad de los latinoamericanos viven apiñados en viviendas insalubres [y sigue en aumento alarmante].

La competencia incompetente. Los tres mayores mercados de América Latina –Argentina, Brasil y México- no alcanzan a igualar, sumados, la capacidad de consumo de Francia o de Alemania occidental [antes de la caída del muro de Berlín], aunque la población reunida de nuestros tres grandes excede largamente a la de cualquier país europeo.

Menos alimentos. América Latina produce hoy día, en relación con la población, menos alimentos que antes de la última guerra mundial [para la época], y sus exportaciones per cápita han disminuido tres veces [según la CEPAL hemos retrocedido 100 años por la pandemia], a precios constantes, desde la víspera de la crisis de 1929 [cuando se desplomó la economía de los Estados Unidos, no todo es películas].

La venta del alma al diablo. El sistema es muy racional desde el punto de vista de sus dueños extranjeros y de nuestras burguesías de comisionista, que le han vendido el alma al Diablo a un precio que hubiera avergonzado a Fausto. [Y esa clase burguesa se arrastra cada vez más entregándolo todo a costa de unos cuantos dólares, nada ha cambiado, es más esto se intensifica de manera descarada].

El sistema y sus contradicciones. Pero el sistema es tan irracional para todos los demás que cuanto más se desarrolla más agudiza sus desequilibrios y sus tenciones, sus contradicciones ardientes. Hasta la industrialización, dependiente y tardía, que cómodamente coexiste con el latifundio y las estructuras de la desigualdad, contribuye a sembrar la desocupación [desempleo] en vez de ayudar a resolverla…” ´´. (Las Venas Abiertas por Eduardo Galeano / Editado por “Ediciones La Cueva” / Historia Inmediata / PDF / páginas 3 y 4 / UNEFA / Fuente Web: http: //www.unefa, edu.ve).

Por qué es importante. Desde la llegada de los europeos que desde 1492 se abrieron las venas que desangran nuestra civilización, nuestra americana, y no se ha cerrado esas venas. Y ahora, no es que no ha cesado, es por el contrario “un nuevo coloniaje” –dijo Simón Bolívar- hemos heredado. No es que es nuevo como tal, es la continuación del viejo rapaz coloniaje que no ha muerto, sigue vivo. Las venas siguen abiertas y llegará el día que sean cauterizadas. Este siglo deberá ser de la completa liberación de la América Latina y el Caribe.

Cierres. Sea este 12 de octubre un recordatorio doloroso de lo que sucedió. Pero no cerremos desde la desesperanza. Otra América Latina y el Caribe es posible, desde la solidaridad, desde la cooperación, desde el amor que une de verdad. Y nuestra verdad nos hace libres.

En esto pensad

JAIRO OBREGÓN

12/10/2021

Maracaibo, Venezuela