Concebir a
la Tierra como Madre es un absurdo para muchos que tienen un día mágico para
acordarse de su madre que muchas veces no le presta la debida atención. Sí,
hacemos un paralelismo entre madres, La Tierra y La Madre, ambas nos concibieron,
ambas nos parieron, ambas nos crían, ambas nos dan de comer, ambas nos cuidan,
ambas hacen todo por nosotros sus hijos e hijas; y nuestro Padre, es el Creador
y sustentador de todas las cosas.
Siguiendo
un poco con el paralelismo de comparar el efecto concebido de ambas madres, nos
seguimos encontrando casi las mismas similitudes y características que nos
llevan a realizar una analogía entre ambas.
Desde luego,
algunos argüirán que no se trata de lo mismo, que no tiene sentido realizar
algo parecido, que lo uno, no tiene nada que ver con lo otro. La concepción “antropo—céntrica
del “cristianismo occidental”, desligó, con mucha razón egoísta, encuadrándose con
las “escrituras” algo sesgada en su simbolismo “euro—centrista”, perdimos, sí,
todo el respeto por nuestra primera madre, que es la tierra, viéndola como: “una
que está sujeta a maldición”, una que no siente nada, de nada. Se perdió el
sentido “originario” de conocer y reconocer a la tierra como una madre en todo
el sentido de la palabra. Cada día me persuado de respetar a mi primera madre
totalmente olvidada por sus hijos que la explotan, la utiliza, que muchas veces
no la entiende, y que no hace nada por aproximarse y amarla de todo corazón.
La madre
que nos concibió, a la que llamamos Madre, Mamá o Mami […] ese ser que lo da
todo como la tierra, esa persona que está dispuesta a llevar en su vientre un
pequeño en un acto de amor concibe una criatura y le da cuido. Esa mujer que es
capaz de quitarse el pan de su boca para mitigar el hambre de sus hijos e
hijas, esa persona que cuando uno enferma es la primera en atender a su hijo—hija
sin importar su sufrimiento, ella es nuestra Madre. A ellas todo nuestro
respeto y consideración en el ejercicio del amor y la reconciliación. Esa mujer
abnegada y solidaria que se levanta temprano y empieza el trajín de la escuela,
las tareas y la llevada a un centro hospitalario y un sinfín de situaciones del
día a día.
Todavía observamos
madres que socio—económicamente no son recompensadas en el trabajo del hogar, a
las ancianas sus pensiones, si es que le llegan, no llegan a gozarlas. Las
madres jóvenes son muchas veces vetadas y castigadas por el machismo imperante todavía
en la América Latina. La madre soltera vejada por la sociedad hipócrita que
despotrica de ellas. La madre que llora como Raquel por sus hijos.
¡Como sufren
las madres cuando ven caer a sus hijos en el campo de batalla! Como se contiene
muchas veces para no hacer nada indebido por cuidar al fruto de su vientre. ¿Qué
hacer con el dolor de la mujer y madre que aguanta callada por la impotencia de
no poder hacer nada?
Ni decir
nada de la madre pobre, negra, india, mestiza, morena, zamba, enferma que no es
visibilizada. La que en el prototipo de la época de consumo no son consideradas
personas y que muchas veces sus hijos e hijas se avergüenzan de su proceder
sencillo y originario. A esas madres que son despreciadas por la sociedad del
capital que todavía las ven como objeto. Aun la madre blanca, de ojos azules o
verdes, son utilizadas como objeto de consumo masivo, no por su tez, sino, por
el lucro que representa a la industria capitalista, que es decir racista.
De igual
forma, el formato del consumo de “marcas” y una gama de cosas que no tienen ningún
sentido comprar para la explotación. Para el comercio depredador no hay día de
las madres, lo que hay es sólo una enorme ganancia en nombre de las madres. Lo mejor
es que lo sabemos, pero nos hemos acostumbrados al consumo de las madres.
La madre
tierra es igualmente no tomada en cuenta. La industria la está matando. Alguien
ha dicho, “que estamos en la primera fase de la muerte de la tierra”. Sabiendo que
la tierra es altamente poderosa para deshacerse del hombre. Pero no lo hace,
aun todavía. La madre tierra apuesta siempre a la vida, no a la muerte. Ella podría
en un minuto acabar todo, sin embargo, se detiene porque es madre cuidadora,
que se preocupa por amantar a sus retoños. El recalentamiento de los mares y océanos
es altamente preocupante. El amor a la naturaleza es la toma de conciencia ecológica
de sembrar más árboles y cuidarlos, nunca bajo ningún pretexto se debe atentar
a la tala indiscriminada, eso no es amar a su madre. El bote de agua es de suma
observancia, es una violación al alimento de la madre tierra que nos da, el
agua es alimento, sin el preciado líquido simplemente morimos. El aire que respiramos
es alimento que nos da la “Pacha Mama”. Sin el oxígeno morimos
irremediablemente. Eso sí lo podríamos denominar “pecado” social y ambiental. El
Padre Creador sabrá qué hacer con la explotación del hombre cuando llegue su
hora. No tenemos excusa.
La madre
tierra y la madre mujer reciban su homenaje en su día. Felicitamos a ambas que
son la base de todo lo que somos y tenemos. Nosotros somos no parte de la madre tierra, más bien, somos tierra; de la misma forma que somos humanos nacidos de una mujer. Todos procedemos de ellas. Hagamos conciencia. Dios las
bendiga este y todos los días.
JAIRO OBREGÓN.
11/05/2014
San Francisco, Venezuela
No hay comentarios.:
Publicar un comentario