Siguiendo con la Reflexión
pasada que hablamos del “Gran Conflicto” israelopalestino o palestinoisraelí, a
la que nos referimos, tenemos que desestructurar un poco el gran andamiaje
religioso y mediático que se cierne en esta guerra desigual e injusta contra un
pueblo indefenso que muere por la arrogancia y la deshumanización de todos los
poderosos habidos y por haber.
No se puede concebir una fe ciega,
atornillada en el pasado que no se vivió, que viene a ser un espejismo de un
ideal que no es ni siquiera de tradición cristiana en sí, sino que pertenece a
una “interpretación” de una parte de las Escrituras, que en la actualidad no
tiene peso histórico y ni actual, me refiero a los “mitos” que hablan de esas “leyendas
bíblicas” que sólo se asemejan al lado de los judíos que regresaron del
cautiverio babilónico, trayendo una “religión” dogmática que la concibieron
como verdadera, qué posteriormente la denominaron “judaísmo”. Ese Israel pasado
reinterpretó las Escrituras a su favor olvidándose de Moisés que nació en
tierra de Egipto, o de Abraham que era un gentil nacido en Ur de los Caldeos.
Al no reconocer estos acontecimientos
históricos por el obscurantismo que conlleva a la fanaticada, nos encontramos
que la fe se convierte en odio racial e intolerancia al no aceptar, al que
creemos diferentes y no como hermano. Jesús dijo qué amemos a nuestros “enemigos”,
que sería como “aceptar”, o “respetar”, o “tolerar” al que no concuerda con
nosotros. Esto digo porque la fe no se puede convertir en vehículo de
desaprobación racial. Eso no es fe, es eso es intolerancia.
Los israelíes y palestinos son como
hermanos siameses, no se pueden separar. Los viejos odios y los actuales no pueden
convertirse en una maquinaria de la muerte. Lo que sucede con la actual “guerra”
no podemos ni debemos justificarla con interpretaciones torcidas y traídas de
los cabellos. Sin embargo, si queremos seguir creyendo de esta manera, veamos que
ambos pueblos son hijos de Abraham, porque los palestinos una buena parte de
ellos son descendientes del hijo mayor de Abraham con Sara la egipcia, a la que
por el odio racial de antaño no le perdonan su procedencia africana y a su hijo
Ismael el ser el padre de los árabes del desierto arábigo. De esto no se dice
nada. Solo lo que convenga interpretar a la medida de la investidura religiosa.
Sé que lo que afirmo es duro. No es mi
intención desacreditar a nada ni a nadie. Pero en el siglo 21 no podemos seguir
con una concepción religiosa que aúpa los odios y la intolerancia. Tanto amamos
a Israel como a Palestina, porque ambos son “semitas”, es decir, son
descendientes de “Sem”, descendiente de Noé, según la tradición bíblica. Por lo
tanto, no se puede decir, que decirle la verdad a esa parte judía es ser anti—semita,
o que los hijos de Ismael como son árabes son anti—semita, es una contradicción
bíblica que no tiene asidero verdadero alguno.
La canalla mediática de occidente descarga
su estratagema contra los palestinos. Ser palestino es no ser, es maldad, es no
tenerle compasión, es nada. Las bombas caen en Palestina. Sin embargo, son los
acusados de todo. Es ilegal defenderse. Son un país ocupado. Pero es legal
matarlos. Son terroristas por lo tanto hay que aniquilarlos. Eso es lo que
dicen una y otra vez los grandes medios de comunicación y las redes sociales. Nos
están lavando el cerebro para desaparecer del mapa a los palestinos. Eso no es
una guerra, es una invasión.
Israel se defiende diciendo o argumentando
¿Qué pasaría si las bombas cayeran en Londres, Nueva York o en Argentina? Lo curioso
es que no vemos las bombas. Las bombas caen del otro lado. Es inconcebible que
unos niños palestinos los masacren en la playa con armas de alto calibre
militar, ¿Dónde está la razón? Que alguien nos los explique. No hay
justificación alguna.
Ambos pueblos son llamados a ser uno. Ambos
de un modo u otro, son descendientes de Abraham repetimos. Ambos son víctimas
de los imperios que los destrozaron y los quieren volver a destrozar. Esa es la
verdad de fondo. Muchos judíos rabinos están consiente de que la “política” y
sus partidos extremistas no pueden seguir arremetiendo de ésta manera. Basta de
matar en nombre de Dios o HaShem por los recursos naturales. El pecado de la
Franja Gaza es tener gas natural. Israel no tiene petróleo. Esa es la verdad
que molesta. Los territorios ocupados por Israel están acorralando a los
palestinos sacándolos a la fuerza de su territorio, de sus hogares, de sus
olivares, de sus viñedos, de sus desiertos.
Observamos el fracaso de las Naciones
Unidas, de la Liga Árabe y cuánto organismo tenga que ver con éste
conflicto. Es un genocidio decretado. No
hay valentía en esos organismos que tienen el poder político de hacer algo. Por
el amor a Dios paren esta guerra desigual. Ambos pueblos son distintos sí, con
costumbres y cultura parecida, pero no iguales. Ambos pueblos tienen derechos a
vivir en paz. Debemos crear una cultura de la armonía y tolerancia. El llamado
a diálogo, no de sordos, ni de la arrogancia, sino, abierto, respetuoso,
sincero, ameno, fraterno.
Hagamos vigilia de oración por la paz en
Tierra Santa para las tres religiones monoteístas como son el judaísmo, el
cristianismo y el islamismo. Hagamos ayuno por un alto al fuego. Te pedimos oh
Dios por la paz de Israel. Te pedimos oh Dios por la paz de Palestina. No nos
cansemos de pedir por una noble causa. La paz sea con todos. Amén.
JAIRO OBREGÓN.
22/07/2014
Maracaibo, Venezuela.