Ante una “nueva normalidad”
libre de la pandemia o, “volver a lo de antes del coronavirus”, que
actualmente, azota al mundo provocando millones de contagios, cientos de miles
recuperados y, cientos de miles de muertos en lo que va del año 2020 en todo el
mundo contiene varias consideraciones que merecen análisis y reflexión. Nadie
se esperaba una pandemia que se propagara tan rápidamente y, que afectara a la
salud de los seres humanos y, la economía de los productos, bienes y servicios
en el mundo y, que los males de males del “Gran sistema” o la “Gran trampa” humana
del Homo Demens (hombre demente) de la postmodernidad, sobre todo, en la locura
de la sobre explotación de los
recursos naturales del Planeta (causa de la guerra por los recursos naturales),
hasta llegar al colapso climático, de los ecosistemas, de la biosfera
arrasándolo todo sin límite alguno a la Madre Tierra. Empezamos a ver el
principio del fin de todo lo que vive, existe o, el renacimiento de una nueva
realidad que tenga una conciencia planetaria o, una conciencia humanitaria que
podamos construir entre ambas posibilidades.
A estas alturas de la
pandemia algunas personas no ha tomado conciencia sanitaria o, de salud en lo
personal o, colectivo, se cree que es un “chiste”, que “no existe”, que “ya le
dio” y “tomó pastillas” o un “brebaje” y “se le quitó” (empírico), que la culpa
la tiene el murciélago o la tecnología 5G o, lo que su imaginación le diga en
el juego del miedo, en fin. La gente acostumbrada a vivir a todo dar
desenfrenado, sin reflexionar de pronto se sintió atrapada en sus casas y,
salieron como si nada estuviera pasando, le perdieron el miedo al virus,
volviéndose locos contagiando a medio mundo, sin tapabocas, sin aislamiento de
dos metros, sin desinfectarse sanitariamente, como resultados los rebrotes
peligrosos para ellos mismos y los demás familiares. Cuando, pase la pandemia
se volvería como las cabras en un corral que les abren las puertas. Otras,
después de estos días de confinamiento les resultaría difícil adaptarse a lo
desconocido, el miedo las paralizaría y, volver a comenzar les resulta más
difícil, puesto, que volver a comenzar a veces, resulta más dificultoso.
La titánica lucha científica
por conseguir una o varias vacunas contra el Covid-19 es acelerada. Son varios
los países como China, Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Alemania y, otras
comunidades que también están tras la búsqueda de una vacuna, como la
Organización Mundial de la Salud (OMS) no descansan hasta lograr la tan anhelada
vacuna, medicamento o tratamiento o reforzamiento que todos necesitamos con
urgencia.
Ahora, pues, ¿Qué es esto de
volver a una nueva normalidad? ¿Qué significa? ¿Cómo enfrentar esta normalidad?
¿Estamos preparados ante esa normalidad? ¿Volveríamos a lo de antes? ¿Qué hemos
aprendido con todo esto?
Volver a la “normalidad”
es autocondenarse.
Leonardo Boff (teólogo, cosmólogo, escritor…), en su Columna Semanal –a quien
considero uno de mis mentores- comenta lo siguiente: “Cuando pase la pandemia
del coronavirus no nos estará permitido volver a la “normalidad” anterior.
Seria, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto
asfixiadas por el virus, y una falta de solidaridad con sus familiares y
amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido el
mensaje de lo que, más que una crisis, es un llamado urgente a cambiar nuestra forma
de vivir de nuestra única Casa Comun. Se trata de un llamamiento de la propia
Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte
inteligente y consciente.
El sistema actual pone en
peligro las bases de la vida. Volver a la anterior
configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de
resolver sus contradicciones internas –y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación
de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y miseria de la gran mayoría
de la humanidad producida por ella-, es olvidar que dicha configuración está
sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la Vida en el planeta.
Volver a las “normalidad anterior” (business
as usual) sería prolongar una situación que podría implicar nuestra propia
destrucción.
Si no hacemos una ‘conversión
ecológica radical’, en palabras del Papa Francisco [añade Boff], la Tierra viva
podría reaccionar y contratacar con virus aún más violentos, capaces de
desaparecer a la especie humana. Ésta no es una opinión meramente personal
[agrega Boff], sino la opinión de muchos biólogos, cosmólogos y ecologistas que
están estudiando sistemáticamente la creciente degradación de los sistemas-Vida
y del sistema-Tierra. Hace diez años (2010), como resultados de mis
investigaciones [concreta Boff] en cosmología y en el nuevo paradigma
ecológico, escribí un libro [anuncia Boff] Cuidar la Tierra-proteger la vida:
como evitar el fin del mundo (Dabar, Mexico). Los pronósticos que adelantaba
han sido confirmados plenamente por la situación actual.
El proyecto capitalista y
neoliberal ha sido rechazado. Una de las lecciones que
hemos aprendido de la pandemia es la siguiente: si se hubiera seguido los ideales
del capitalismo neoliberal –competencia, acumulación privada, individualismo, primacía
del mercado sobre la vida y minimización del Estado- la mayoría de la humanidad
estaría perdida. Lo que nos ha salvado ha sido la cooperación, la
interdependencia de todos con todos, la solidaridad y un Estado suficientemente
equipado para ofrecer la posibilidad universal de tratamiento del coronavirus.
Hemos hecho algunos
descubrimientos: necesitamos un ‘contrato social mundial’, porque hemos sido
rehenes del obsoleto soberanismo de cada país. Los problemas mundiales
requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Hemos visto el
desastre en la Comunidad Europea, en la que cada país tenía su plan, sin
considerar la necesaria cooperación con otros países. Ha sido una devastación
generalizada en Italia, en España y últimamente en los Estados Unidos, donde la
medicina está totalmente privatizada.
Otro descubrimiento ha sido
la “urgencia de un centro plural de Gobierno Mundial” para asegurar a toda la comunidad
de Vida (no solo la vida humana sino la de todos los seres Vivos) lo suficiente
y decente para vivir. Los bienes y servicios naturales son escasos y muchos de
ellos no son renovables. Con ellos debemos satisfacer las demandas básicas del
sistema-vida, pensando también en las generaciones futuras. Es el momento
oportuno para crear una renta mínima universal para todos, la persistente
predica de Eduardo Suplicy.
Una comunidad de destino
compartido. Los chinos han visto claramente esta
exigencia al promover una comunidad de
destino compartido para toda la humanidad, texto incorporado en el renovado
artículo 35 de la Constitución China. Esta vez, o nos salvamos todos, o
engrosaremos la procesión de los que se dirigen a la fosa común. Por eso,
debemos cambiar urgentemente nuestra forma de relacionarnos con la Naturaleza y
con la Tierra, no como señores, montados sobre ella, dilapidándola… sino como
partes conscientes y responsables, poniéndonos junto a ella y a sus pies,
cuidadores de toda la Vida.
A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay
alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar una TIaNA (There Is Alternative), “hay una nueva
alternativa”. Si hasta ahora la centralidad estaba ocupada por el beneficio, el
mercado y la dominación de la naturaleza y de los otros (imperialismo), en esta
segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas
culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa
Comun. Esto es imperativo, y está dentro de las posibilidades humanas: tenemos
la ciencia y la tecnología, tenemos una acumulación fantástica de riqueza
monetaria [fiat], pero falta a la
gran mayoría de la humanidad y, lo que es peor, a los jefes de Estado,
conciencia de esta necesidad y voluntad política de implementarla. Tal vez,
ante el riesgo real de nuestra desaparición como especie, por haber llegado a límites
insoportables para la Tierra, el instinto de supervivencia nos haga a todos sociables,
fraternos, colaboradores y solidarios unos con otros. El tiempo de la
competencia ha pasado. Ahora es el tiempo de la cooperación.
La inauguración de una
civilización biocentrada. Creo que inauguraremos
[afirma Boff] una civilización biocentrada, cuidadosa y amiga de la Vida, como
algunos dicen, “la tierra de la buena esperanza”. Se podría realizar el “bien
vivir y convivir” de los pueblos indígenas andinos: la armonía de todos con
todos, en la familia, en la sociedad, con los demás seres de la naturaleza, con
las aguas, con las montañas y hasta con las estrellas del firmamento.
Como el premio Novel de
economía Joseph Stiglitz ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al
servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”, y yo [Boff]
añadiría: y la ciencia al servicio de la Vida.
No saldremos de la pandemia
del coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos, tal
vez incluso estructurales. El conocido líder indígena, Ailton Krenak, del valle
do Rio Doce (del Rio Dulce, en Brasil), ha dicho acertadamente: “No sé si
saldremos de esta experiencia de la misma manera que entramos. Es como una
sacudida para ver lo que realmente importa; el futuro está aquí y es ahora,
puede que mañana ya no estemos vivos; ojala que no volvamos a la normalidad” (O
Globo, 01/05/2020, B 6).
Lógicamente, no podemos
imaginar que las transformaciones se produzcan de un día a otro. Es
comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran volver a la
lógica anterior. Pero ya no serían aceptables. Deberán someterse a un proceso
de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y
agroindustrial deberá incorporar el factor ecológico como elemento esencial. La
responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad
socio-ecológica.
Se buscara energías
alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se pondrá más
cuidado con la atmosfera, las aguas y los bosques. La protección de la
biodiversidad será fundamental para el futuro de la vida y de la alimentación,
humana y de toda la comunidad de Vida.
¿Qué tipo de Tierra queremos
para el futuro? Seguramente habrá una
gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos, y qué tipo de Tierra
queremos habitar. Cuál será la configuración más adecuada a la fase actual de
la Tierra y de la propia humanidad, la fase de la planetizacion y de la
percepción cada vez más clara de que no tenemos otra casa común para habitar
que ésta. Y que tenemos un destino común, feliz o trágico. Para que sea feliz,
debemos cuidarla para que todos podamos caber dentro, incluida la naturaleza.
Existe el riesgo real de la
polarización de modelos binarios: por un lado los movimientos de integración,
de cooperación general; y, por otro, la reafirmación de las soberanías
nacionales con su proteccionismo. Por un lado el capitalismo “natural” y verde,
y por el otro el comunismo reinventado de tercera generación como pronostican
Alain Badiou y Slavoy Zizek.
Otros temen por un proceso
de brutalización radical por parte de los “dueños del poder económico militar”,
para asegurar sus privilegios y sus capitales. Sería un despotismo de forma
diferente, porque se basaría en los medios cibernéticos y en la inteligencia
artificial, con sus complejos algoritmos, un sistema de vigilancia sobre todas
las personas del planeta. La vida social y las libertades estarían
permanentemente amenazadas. Pero a todo poder le surgirá siempre un
contrapoder. Habrá grandes enfrentamientos y conflictos a causa de la exclusión
y la miseria de millones de personas que, a pesar de la vigilancia, no se
conformaran con las migajas que caen de las mesas de los ricos epulones.
No todos proponen una glocalizacion, es decir que el acento se
ponga en lo local, en la región, con
su especificidad geológica, física, ecológica y cultural, pero abierta a lo global, que involucra a todos. Con este
“biorregionalismo” se podría lograr un verdadero desarrollo sostenible, que
aprovechara los bienes y servicios locales. Prácticamente todo se realizará en
la región, con empresas más pequeñas, con una producción agroecológica, sin
necesidad de largos transportes, que consumen energías y contaminan. La
cultura, las artes y las tradiciones serían revividas como una parte importante
de la vida social. La gobernanza será participativa, reduciendo las
desigualdades y haciendo que la pobreza sea menor, siempre posible, en las
sociedades complejas. Es la tesis que el cosmólogo Mark Hathaway y yo [Leonardo
Boff] defendemos en nuestro libro común El Tao de la Liberación (Trotta, 2010)
que fue bien acogida en el ambiente científico y entre los ecologistas hasta el
punto de que Fritjof Capra se ofreció hacer un interesante prologo.
Otro ven la posibilidad de
un ecosocialismo planetario, capaz de
lograr lo que el capitalismo, por su esencia competitiva y excluyente, es
incapaz de hacer: un contrato social mundial, igualitario e inclusivo,
respetuoso de la naturaleza, en el que el nosotros
(lo comunitario y societario) y no el yo
(individualismo) será el eje estructurador de las sociedades y de la comunidad
mundial. El ecosocialismo planetario
encontró en el franco-brasilero Michael Löwy su más brillante formulador (O que é ecossocialismo?, disponible en la
red). Tendremos, como afirma la Carta de la Tierra, así como la encíclica del
Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Comun”, un modo de vida verdaderamente sostenible, y no sólo un “desarrollo”
sostenible.
Al final, pasaremos de una
sociedad industrial/consumista a una sociedad de sustentación de toda la vida
con un consumo sobrio y solidario; de una cultura de acumulación de bienes
materiales, a una cultura humanístico-espiritual en la que los bienes
intangibles como la solidaridad, la justicia social, la cooperación, los lazos
afectivos, y no en última instancia la amorosidad y la logique du coeur (la lógica del corazón), estarán en sus cimientos.
No sabemos qué tendencia
prevalecerá. El ser humano es complejo, indescifrable, y se mueve por la
benevolencia, pero también por la brutalidad. Está completo pero aún no está
totalmente (terminado). Aprenderá, a través de errores y aciertos, que la mejor
configuración para la coexistencia humana con todos los demás seres de la Madre
Tierra debe estar guiada por la lógica del propio universo: éste está
estructurado –como nos dicen notables cosmólogos y físicos cuánticos- según
complejas redes de inter-retro-relaciones. Todo está en relación. Todo se ayuda
“mutuamente” para seguir existiendo y poder co-evolucionar. El propio ser
humano es un rizoma (bulto de raíces) de relaciones en todas las direcciones.
Tiempos de crisis como el
nuestro, de paso de un tipo de mundo a otro, son tiempos de grandes sueños y
utopías. Ellas son las que nos mueven hacia el futuro, incorporando el pasado
pero dejando nuestra propia huella en el suelo de la vida. Es fácil pisar la
huella dejada por otros, pero ella no nos lleva a ningún camino esperanzador.
Debemos hacer nuestra propia huella, marcada por la inagotable esperanza de la
victoria de la vida, porque el camino se hace caminando y soñando. Así pues,
caminemos”. (Leonardo Boff | La Columna Semanal de Leonardo Boff | Artículo |
Volver a la “normalidad” es autocondenarse | 2020-05-06 | Servicios Koinonia |
Fuente Web | http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=983).
La nueva realidad está a la
puerta a lo que cese la pandemia global. Pedimos a Dios, a la Vida, que nos de
sabiduría, compromiso, inteligencia, buen juicio, cooperación, compasión, amor,
fe, esperanza; estar sanos, fuertes para que entre todos y todas construyamos
un mundo más humano, mas planetario donde el reino de Dios venga a nuestra Casa
Comun, La Tierra. Así sea.
En esto pensad
JAIRO OBREGÓN
27/06/2020
Maracaibo, Venezuela