Éste es un tema de estos
tiempos contractual y controversial en la era actual, que está en pugna con los
viejos modelos religiosos y culturales que le dieron en tiempo subsiguiente
otro sentido, sobre todo con los denominados Padres de la Iglesia en el
principio de la Era Cristiana, en la Edad Media con los Concilios romanos, la
exacerbada dominación de las potencias occidentales que nos colonizaron en esta
parte del mundo llegando a posesionarse en los actuales momentos modernos y posmodernos.
Este fin de semana pasado fuimos
invitados (nosotros) los profesores de cultura Jairo Obregón y Janeth Barreto a
el Encuentro Docente del Centro Venezolano de Estudios Teológicos (CEVET) de la
ciudad de Maracaibo, donde se estuvo dando una ponencia sobre: “Cristianismos
Originarios, claves para una cristología contextual y Liberadora”, presentados por el Dr. Carmelo
Álvarez y el Obispo Gamaliel Lugo. Felicitamos la profundidad y estilo de los
expositores en ese Evento. De este tema tan extenso de tratar, paso a dar una
Reflexión con unos contenidos relatados para los lectores/as de nuestro Blog de
Internet.
La Revista Ribla#22 presenta un artículo
que nos da una idea ampliada de éste tema candente en la actualidad que en otro sentido, todavía
está colonizada religiosamente. Veamos.
“Eduardo
Hoornaert en 1985, en su libro “La memoria del pueblo cristiano” de la serie “Teología
y Liberación”, hacia una dramática relectura de la “Patristica”. Señalaba que
nuestra visión de la iglesia de los tres primeros siglos está dominada por la
imagen que creo Eusebio, Obispo de Cesarea, en su historia Eclesiástica. Y que
Eusebio escribió en la euforia de la conversión del Emperador Constantino y el “triunfo”
de la iglesia antes perseguida por el imperio y ahora reconocida por él como
aliada. Por lo tanto, el obispo presenta una visión de una iglesia bien
ordenada con una estructura de mando que la subordina a los obispos. Es una iglesia
que desde su comienzo se va preparando para ejercer el poder en la sociedad. Pero
Hoornaert nos proponía que ésta fue una distorsión de la realidad, pues las
iglesias, en estos siglos de persecución eran comunidades de fieles organizadas
desde la base y guiadas por pastores escogidos por los mismos fieles de entre
su propia asamblea. Se exige, entonces, por amor a la verdad, una relectura del
imaginario histórico para que corresponda mejor, tanto a la verdad histórica como
a nuestras necesidades pastorales.
…queremos profundizar el
proyecto de relectura que inició en América Latina Eduardo Hoornaert. Y queremos
limitarnos a los primeros cuarenta años de las comunidades de seguidores de Jesús.
Los años entre su muerte (aproximadamente 30 d.C) y la destrucción de Jerusalén,
durante la gran guerra judeoromana, en el año 70 d.C. Desde nuestras
comunidades en América Latina, es evidente que conocer esas comunidades, exige
conocer los desafíos que enfrentaron en su realidad. Esto es lo que dibujan a
grandes rasgos Mesters y Orofino en su artículo sobre la coyuntura palestina de
esos años agitados del primer siglo...”[1]
“La
modernidad vino a cuestionar la presunción del cristianismo romanizado
depositario de la verdad. Hoy, creemos mucho más en la verdad científica, empírica
y matemáticamente comprobada, que en las verdades religiosas. Ya no es
importante el tiempo interior, el tiempo ligado a la conciencia, el tiempo
vivido, el tiempo escatológico.
La economía moderna, por su parte, como
nos advierte Amartya Sen ha sido sustancialmente empobrecida por la distancia
creciente entre economía y ética. Esto se percibe en el déficit de nutrición,
salud, educación, de recursos naturales, que tienen hoy amplios grupos humanos.
A esto se suma las actividades extractivas de metales como el oro y la plata,
de actividades económicas en la que la persona humana queda en segundo o en
tercer lugar de las ganancias.
Hoy día, creemos en Jesucristo y en el
mercado pero no en el prójimo. Somos indiferentes de que 2/3 de la población no
tiene acceso a los bienes que el mundo globalizado ofrece. Practicamos una
religión sin amor, pues nuestra medida es el placer y la satisfacción
individual, pero no atendemos al dolor de nuestro semejante.
La crisis social que vive los países latinoamericanos
[hoy en día se vive un proceso liberador en algunos países progresistas el cual
es fuertemente atacado por las oligarquías para que no se dé], nos invita hoy a
pensar sobre el futuro del desarrollo humano y la misión del cristianismo en el
contexto de una globalización inhumana y excluyente. La pobreza es uno de los
males actuales y la pregunta es si estamos dando de nosotros mismos frente a
ella o, suponiendo que no, cómo podemos afrontar este desafío desde nuestro
camino espiritual. La globalización en la actualidad nos ha convertido en
personas que nos sentimos tan alienadas, fragmentadas y aisladas en nuestro ser
interior, que buscamos, en la acumulación de objetos, conocimiento y poder,
llenar ese vacío que sentimos. Por eso pienso que lo espiritual es un elemento
altamente político en nuestra era actual.[2]
Por lo tanto, los cristianismos
originarios, serán originarios desde la praxis de liberación, tomando en cuenta
la originalidad de la vida y obra de Jesús. De cómo llevó a cabo una revolución
que desafiaba lo establecido por las clases de poder que esclavizaba y
marginaba al ser humano (hombre/mujer), donde su mensaje liberador daba vida
abundante de fe, esperanza y amor. Ese mensaje no fue comprendido en el
transcurso de la historia de la era cristiana. Este es ahora un origen que se
debe retomar para la continuidad de la fe y la vida. Seamos originarios en el
amor.
JAIRO
OBREGÓN.
29/04/2014
San Francisco, Venezuela