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AUTOR, ESCRITOR-EDITOR Y LIBREPENSADOR EN MIS BLOGS CON LA TECNOLOGÍA BLOGGER.

viernes, 29 de agosto de 2014

¡A 51 AÑOS DE I HAVE DREAM DE MARTIN LUTHER KING!




      Sigue siendo para mí un gran privilegio reescribir de las páginas de la historia qué, como el año pasado, publiqué por esta vía del Blog personal, uno de los discursos más impactante de la vida en pro de la justicia igualitaria del color y condición social. Hablamos de Martin Luther King, el Martin Lutero Negro que defendió la causa de la indiscriminación racial en los Estados Unidos de Norte América a principios de los años 60 del siglo pasado.

    Hoy, como siempre, debemos darle el debido reconocimiento de su valentía e inteligencia cuando en estos momentos en Ferguson, Missouri se desató una fuerte protestas por la muerte brutal de Michael Brown, un joven de 18 años por parte de un policía de color blanco, el 9 de agosto de este año. La policía de inmediato actuó con severidad, tan igual a los años 60 cuando King dictaba su discurso profético. Por eso, su mensaje e inspiración no pasa de desapercibido.

     Compartimos parte de su legado histórico. Veamos.

     Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro País.

     Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aun tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado de su propia tierra.

     Por eso, hoy hemos venido aquí para dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que todos los hombres, les serian garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

     Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos, un cheque que ha sido devuelto con el sello de ‘fondos insuficientes’. Pero no reusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

     También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de Norte América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse y tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de la justicia una realidad para los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

     Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

     1963 no es un fin, sino el principio. Quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país no retorna a lo mismo de siempre. No habrá descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y de disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa genere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

     Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, “¿Cuándo quedarán satisfechos?”

     Nunca podemos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de nuestras ciudades. No podemos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro en Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos ni quedaremos satisfechos hasta que “la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente”.

     Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios dónde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento no es merecido, es emancipador.

     Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

     Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño “americano”.

     Sueño que algún día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.

     Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

     Sueño que en un día, incluso en el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en oasis de libertad y justicia.

     Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

     ¡Hoy tengo un sueño!

     Sueño que en un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

     ¡Hoy tengo un sueño!

     Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

     Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de la esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

     Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, “Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que replique la libertad”. Y si Estados Unidos será grande, esto tendrá que hacerse realidad.

     Por eso, ¡que replique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ¡Que repique la libertad desde la Montaña de piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! “De cada costado de la montaña, se repique la libertad”.

     Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, pueden unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!” [1]          





JAIRO OBREGÓN

28/08/2014

San Francisco, Venezuela




[1] Publicado por Las Reflexiones Semanarias de Jairo Obregón
 en jueves, agosto 29, 2013

martes, 26 de agosto de 2014

¡ALTO AL FUEGO EN GAZA!

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      El mundo acaba de recibir la noticia de “alto al fuego en Gaza” después de la barbarie cometida por parte del poderío israelí tras cincuenta días de bombardeo. La comunidad internacional observó como un pueblo soportó el embate cruel y despiadado, sin muchas complicaciones por parte de las potencias occidentales. La gran hazaña fue respaldada por un silencio cómplice de los organismos competentes. Eso da vergüenza.

      En esta nueva agresión, quien sale perdiendo son las Naciones Unidas qué sirvió de mampara del atropello y el desgarre. A partir de esta fecha no existe ninguna credibilidad por parte de esos organismos que cobardemente dejaron al pueblo de Gaza morir bajo el fuego de la danza de la muerte. No queda ninguna excusa.

      Pareciera qué, lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial en los Campos de Concentración a la que fueron torturado los judíos por parte de la Alemania Nazi en Auschwitz en esos horrorosos hornos. No sigo contando por la gigantesca matanza que en Europa se perpetró con el pueblo de Abraham, Moisés, David y Jesús […]. Y que ahora los palestinos estuvieran pagando los crímenes que no cometió para esa época del siglo pasado. De verdad qué no lo sé.

      Los diversos medios de comunicación en la tarde de hoy -para cuando nos enteramos-, masificaron que el grupo islamista del Hamas y Estado Israelí por medio de Egipto acordaron un “alto al fuego” de manera inmediata y prolongada.
  
     Nos solidarizamos con los niños y niñas palestinos quienes sufrieron la severidad de las bombas qué, una y otra vez, caían incesantemente sobre sus hogares viendo morir a sus seres queridos, sin tener respuesta alguna
.
    Lo   que sucedió en Gaza no fue una guerra como tal, eso fue una invasión premeditada. El motivo siempre es el mismo, avanzar hasta llegar al mediterráneo y apoderarse de los recursos naturales como el gas y el petróleo que se encuentra en estas tierras palestinense. Lo diremos hasta el cansancio.

    No más guerras por petróleo, ni por el agua, ni por supremacía alguna.  Respaldamos a Palestina por ser un pueblo que vive bajo un cielo abierto su propio campo de concentración. Para nadie es un secreto que este pueblo no tiene derecho ni a pescar en su propio mar, no tiene derecho de diversión alguna, no tiene derecho a tener su propia casa porque se las destruyen, no tiene derecho a tener un puesto estatus de miembro pleno en las Naciones Unidas, no tiene derecho a vivir.

     El Estado Sionista se siente apoyado por los Estados Unidos y la Unión Europea que aplauden y frotan sus manos para sacarle sus jugosas y apetecibles ganancias. Esto sucede cuando ambas potencias tienen problemas económicos fiscales, producto del neoliberalismo que defiende el libre mercado. Están hasta el cuello de una gigantesca deuda y todo lo demás lo dejo a su imaginación.

     El brote de la guerra en Irak, la guerra en Siria y quien sabe más, pone al mundo a pensar que nos están llevando a una gran conflagración mundial. Las sanciones a Rusia y las provocaciones a China serian el no retorno de la humanidad. Esto sin contar la urgencia ecológica y del cambio climático que agrava más el estado de cosas que pasan por este mundo.

      Por otro lado, la solidaridad internacional se activó de manera casi inmediata al pueblo de la Franja de Gaza. Venezuela envió ayuda de alimentos, medicinas y ropa entre otras más en un avión de carga de su propia Fuerza Aérea, siendo tramitada por el país de las pirámides, Egipto. Suramérica se solidarizó de inmediato, el Mercosur, la Unasur como complemento integrador de este subcontinente.

    Damos gracias a Dios por este alto al fuego. Pero el hecho de haber un alto al fuego, no resuelve del todo el problema. Basta que uno de los dos den un retroceso o revés para activar el odio de raza y de clases. Hace falta la verdadera solidaridad mundial para darle respuesta colindante a los miles de problemas que deja una guerra, sea del signo que sea.

     Me duele Palestina, como cualquier otro pueblo que no pueda defenderse de un ataque feroz. Ayudemos todos a ese pueblo donde nació Jesús, con sus hermosos olivares, que los dos hermanos al fin, se den las manos y entonen el canto de la Paz. Amén.  

           
JAIRO OBREGÓN

26/08/2014

Maracaibo, Venezuela