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viernes, 19 de abril de 2019

COMO ANUNCIAR HOY LA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

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Entramos a la Semana Mayor que comúnmente la conocemos como la “Semana Santa”. Esta es una fecha de asueto para viajar, compartir, descansar y reflexionar. Los templos e iglesia de las distintas confesiones del Cristianismo –confesiones históricas como la Católica Romana, la Ortodoxa Rusa, la Iglesia (s) Protestantes y la Iglesia (s) Pentecostales y sus ramificaciones, divisiones y sub divisiones, e independientes y laicos, en fin- todas en su mayoría relativa fundantes tienen que ver con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús el Mesías de Dios y de la humanidad.

Mucho se ha escrito –y se seguirá escribiendo- acerca de Jesús y su Misión. Son ríos de tinta que ha pasado marcado en la historia sobre los acontecimientos relacionado con su vida, con relación con su pueblo –sobre todo su pueblo pobre y necesitado-, y de lo que dijo e hizo Jesús hasta lo que no dijo no hizo Jesús como contrapuestos.

Me siento honrado como seguidor de Jesucristo llamado el Mesías, cristiano laico, teólogo laico, bajo la perspectiva del amor de Dios a toda la humanidad y del evangelio como respuesta liberadora a favor de los pobres: “porque a los pobres se les anuncia el evangelio”. Creo que debe haber pan y paz a todos los pueblos empobrecidos –ningún pueblo es pobre siempre tiene algo y se los han quitado-. “Con los pobres de la tierra mi suerte quiero echar”, como dijo José Martí, apóstol de Cuba.

Leonardo Boff, uno de los mejores exponentes de la (s) Teología (s) de la Liberación, del Pluralismo Religioso y defensor ecológico de la Madre Tierra. Boff, relata en un  artículo: Como anunciar hoy la Cruz de nuestro Señor Jesucristo que reescribo de su autoría para la reflexión en esta Semana Mayor. Veamos.

Cambian los clavos, otros son los verdugos; Cristo es crucificado y agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños. ¿Cómo denunciar hoy los verdugos? ¿Cómo alentar a la “turbamulta” que es, en su inconsistencia, seducida y manipulada por la destreza de las raposas de este mundo? ¿Cómo traducir, en la predicación, la primicia paulina de la sabiduría de la cruz?

Inicialmente es preciso ampliar nuestra comprensión de la cruz y de la muerte. Muerte no es solamente el último momento de la vida. Es la vida toda que va muriendo, limitándose, hasta sucumbir en un límite último. Por eso preguntar: ¿Cómo murió Cristo? Equivale a preguntar: ¿Cómo vivió? ¿Cómo asumió los conflictos de la vida? ¿Cómo acogió el caminar de la vida que va hasta terminar de morir? Él asumió la muerte en el sentido de haber asumido todo lo que trae la vida: alegrías y tristezas, conflictos y enfrentamientos, por causa de su mensaje y de su vida.

Algo semejante vale para la cruz. Cruz no es solamente el madero. Es la corporificacion del odio, de la violencia y del crimen humano. Cruz es aquello que limita a la vida (las cruces de la vida), que hace sufrir y dificulta el andar, por la causa de la mala voluntad humana (cargar la cruz de cada día). ¿Cómo soporto Cristo la Cruz? No busco la cruz por la cruz. Busco el espíritu que hacia evitar la producción de la cruz para sí y para los otros. Predicó y vivió el amor y a las condiciones necesarias para que pueda haber amor, quien ama y sirve, no crea cruces para los demás por su egoísmo, por la mala calidad de la vida que genera. Anuncio la buena nueva de la vida y del amor. Se entregó por ella. El mundo se cerró a él, le creó cruces en el camino y finalmente lo levantó en el madero de la cruz.

La cruz fue consecuencia d un mundo cuestionador y practica liberadora. Él no huyó, no contemporizó, no dejó de anunciar y atestiguar, aunque esto lo llevara a tener que ser crucificado. Continuó amando, a pesar del odio. Asumió la cruz en fidelidad para con Dios y para con los seres humanos. Fue crucificado por Dios (fidelidad a Dios) y crucificado por los seres humanos y para los seres humanos.

LOS SIGNIFICADOS ACTUALES DEL ANUNCIO DE LA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

1.    Empeñarse para que haya un mundo donde sea menos difícil el amor, la paz, la fraternidad, la apertura y la entrega a Dios. Esto implica denunciar situaciones que engendran odio, división y ateísmo en términos de estructuras, valores, prácticas e ideologías. Esto implica anunciar y realizar, en una praxis comprometida amor, solidaridad, justicia en la familia, en las escuelas, en el sistema económico en las relaciones políticas. Esto implica apoyar y participar en la gestación de las infraestructuras económicas, sociales, ideológicas, psicológicas y religiosas que hacen posible la justicia y la fraternidad. Este compromiso lleva como consecuencias crisis, enfrentamientos, sufrimientos, cruces. Aceptar la cruz que viene de este embate es cargar la cruz como el Señor la cargó en el sentido de soportar y sufrir por razón de la causa que perseguimos y de la vida que llevamos.

2.    El sufrimiento que se padece en este empeño, la cruz que se tiene que cargar en este camino, es el sufrimiento y el martirio por Dios y por Su causa en el mundo. El mártir es mártir por causa de Dios. No es mártir por la causa del sistema. Es mártir del sistema, pero para Dios. Por esto el que sufre y el crucificado por causa de la justicia de este mundo, es testigo de Dios. Rompe el sistema cerrado que se considera justo, fraterno y bueno. Es mártir por la justicia, como Jesús y como todos los que lo siguen, descubre el futuro, dejan abierta la historia para que ella crezca y produzca más justicia que la que existe, más amor que el que está vigente en la sociedad. El sistema quiere cerrar y encubrir el futuro. Es fatalista; juzga que no necesita de reforma y modificación. Quien soporta la cruz y sufre en la lucha contra ese fatalismo intra-sistémico carga la cruz y sufre con Jesús y como Jesús. Sufrir así es digno. Morir así es valor.

3.    Cargar la cruz como Jesús la cargó significa, por tanto, solidarizarse con aquellos que son crucificados en este mundo: los que sufren violencia, son empobrecidos, deshumanizados, ofendidos en sus derechos. Defenderlos, atacar las prácticas en cuyo nombre son hechos no personas, asumir la causa de su liberación, sufrir por esta causa de esto: he ahí lo que es cargar la cruz. La cruz de Jesús y su muerte fueron consecuencia de este compromiso por los desheredados de este mundo.

4.    Tal sufrimiento y muerte por causa de los otros crucificados implica soportar la inversión de los valores realizada por el sistema, contra el cual alguien se empeña. El sistema dice: estos que asumen la causa de los pequeños e indefensos, son subversivos, traidores, enemigos de los seres humanos, maldecidos por la religión y abandonados por Dios (“maldito el que muere en la cruz”). ¡Son aquellos que quieren revolucionar el orden! Por el contrario, el que sufre y es mártir se opone al sistema y denuncia sus valores y practicas porque constituyen orden el desorden. Aquello que el sistema llama justo, fraterno, bueno, en realidad es injusto, discriminador y malo. El mártir desenmascara el sistema. Por eso sufre la violencia de él. Sufre por una causa de una justicia mayor, por causa de otro orden (“si vuestra justicia no fuere mayor que la de los fariseos…”). Sufre sin odiar, soporta la cruz sin huir de ella. La carga por amor de la verdad y de los crucificados por quienes arriesgó la seguridad personal y la vida. Así lo hizo Jesús. Así deberá ser cada seguidor a lo largo de toda la historia. Sufre como “maldito”, pero en verdad es bendito; muere como “abandonado”, pero en realidad es acogido por Dios. Así, Dios confunde la sabiduría y la justicia de este mundo.

5.    La cruz, por tanto, es símbolo de rechazo y de violación del sagrado derecho de Dios y de todo hombre. Es producto del odio. Empeñándose en la lucha para abollar del mundo la cruz, la persona sufre sobre si la cruz impuesta e infringida por los que crearon la cruz. La acepta, no porque ve en ella un valor, sino porque rompe su lógica de violencia con el amor. Aceptar es ser mayor que la cruz; vivir así es ser mayor que la muerte.

6.    Predicar la cruz puede significar una invitación a un acto extremo de amor y de confianza y del total descentramiento de sí mismo. La vida posee su faceta dramática: existen los derrotados por una causa justa, los desesperanzados, los condenados a la prisión perpetua, los entregados a la muerte fatal. Todos de alguna forma penden de la cruz cuando no tienen que cargarla onerosamente. Muchas veces tenemos que asistir al drama humano, silenciosos e impotentes, porque cada palabra de consuelo podría ser charlatanería, y cada gesto de solidaridad, resignación inoperante. La palabra ahoga la palabra y la perplejidad seca las lágrimas en su fuente. Especialmente cuando el dolor y la muerte son resultado de la injusticia que dilacera el corazón, o cuando el drama es fatal, sin ninguna salida posible. Aun así tiene sentido, contra todo cinismo, resignación y desesperación, el hablar de la cruz.

El drama no tiene necesariamente que transformarse en tragedia. Jesucristo, que pasó por todo esto, transfiguró el dolor y la condenación a muerte, haciéndolos un acto de libertad y de amor que se entrega así mismo, un acceso posible a Dios y una nueva aproximación a aquellos que lo rechazaban: perdonó y se entregó confiadamente a Alguien mayor. Perdón es la forma dolorosa del amor. Entrega confiada es la total descentración de sí mismo para centrarse en Alguien que nos sobrepasa infinitamente y para arriesgarse al Misterio, como portador ultimo del Sentido del cual participamos pero que no hemos creado. Esta oportunidad se ofrece a la libertad del ser humano: puede aprovecharla y entonces queda sosegado en la confianza; puede perderla y entonces zozobra en la desesperación. Tanto el perdón como la confianza constituyen las formas por las cuales no dejamos que el odio y la desesperación se queden con la última palabra. Es el gesto supremo de la grandeza del ser humano.

Que morir así confiado y descentrado alcanza el último Sentido, lo revela la resurrección, que es la plenitud de manifestación de la Vida, presente dentro de la vida y de la muerte. El cristiano solo puede afirmar esto mirando hacia el Crucificado que ahora es el Viviente.

7.    Morir así es vivir. Dentro de esta muerte de cruz hay una vida que no puede ser absorbida. Ella está oculta dentro de la muerte. No viene después de la muerte. Esta está dentro de la vida de amor, de solidaridad y de coraje de soportar y de morir. Con la muerte se revela ella en su poderío y en su gloria. Esto es lo que expresa san Juan cuando dice que la elevación de Jesús en la cruz es la glorificación, que la “hora” es tanto la hora de la pasión como la hora de la glorificación. Existe, por lo tanto, una unidad entre pasión y resurrección, entre la vida y la muerte. Vivir y ser crucificado así por causa de la justicia y por causa de Dios, es vivir.

Por eso el mensaje de la pasión vine siempre unido con el mensaje de la resurrección. Quienes murieron revelados contra el sistema de este siglo y rehusaron entrar en los “esquemas de este mundo” (Rm 12,2), estos son los resucitados. La insurrección por la causa de Dios y del otro, es resurrección. La muerte puede ser sin sentido. Pero ella es la que tiene futuro y guarda sentida en la historia.

8.    Predicar la cruz hoy, es predicar el seguimiento de Jesús. No es pasividad ante el dolor no magnificación de lo negativo. Es anuncio de la positividad, del compromiso para hacer cada vez más imposible que unos seres humanos continúen crucificando a otros seres humanos. Esta lucha implica asumir la cruz y cargarla con valor y también ser crucificado con valor. Vivir así es vivir ya la resurrección, es vivir a partir de una Vida que la cruz no puede crucificar. La cruz sólo la revela todavía más victoriosa. Predicar la cruz significa: seguir a Jesús. y seguir a Jesús es per-seguir su camino, pro-seguir su causa y con-seguir su victoria.

EL MISTERIO Y LA MISTICA DE LA CRUZ

Vivir la cruz de nuestro Señor Jesucristo implica una mística de vida. Esta mística se asienta sobre un misterio: el misterio de una vida que se genera donde aparece la muerte, el misterio de un amor donde se manifiesta el odio. La cruz resume todo esto.

Por una parte es el símbolo del misterio de la libertad humana rebelde: es producida por la voluntad de rechazo, de venganza y de autoafirmación hasta la eliminación del otro. Es aquello que el ser humano puede llegar a ser cuando rehúsa a Dios. Es, pues, símbolo del ser humano caído del no-ser-humano. Es símbolo del crimen.

Por otra parte, es símbolo del misterio de la libertad humana en su poder: es cuando es soportada dentro de un compromiso para superarla y volverla entonces más inviable en el mundo, la cruz es símbolo de otro tipo de vida, descentrada de sí misma, la vida del profeta, del mártir, de la persona del Reino de Dios. No provoca la cruz, sino que la soporta; no sólo la soporta, sino que la combate, y al combatirla es hecho víctima, al ser crucificado por la saña de aquellos que endurecieron el corazón frente al hermano y a Dios; al ser crucificado, puede transfigurarla, haciéndola sacrificio de amor por los otros. Es, pues, símbolo del hombre y la mujer nuevos y vivientes. Es símbolo de amor.

Cada cruz contiene una denuncia y un llamamiento. Denuncia el cerrarse de los humano sobre sí mismo hasta el punto de crucificar a Dios. Es un llamamiento a un amor capaz de soportarlo todo, hasta el punto de que el Padre entrega a su propio Hijo a la muerte por sus enemigos. La cruz se presenta así como esencialmente ambigua. Mantener permanentemente esta ambigüedad es condición para preservar su carácter crítico, acrisolador, tanto de las pretensiones de auto-afirmación humana como de nuestra imagen de Dios, impasible ante el dolor de los crucificados de la historia.

Esta paradoja de la cruz no se entiende por la razón formal ni por la razón dialéctica. Está más allá de los logos abstractos. Es el logo tou staurou, la lógica de la cruz (1 Cor 1, 8). La aproximación de la lógica de la cruz no se realiza sino en la praxis: combatiendo, y asumiendo la cruz y la muerte. Así como no se mata el hambre de un desfallecido haciéndole un discurso sobre el arte culinario, así tampoco se resuelve el problema del sufrimiento simplemente penando en él. Es comiendo como se mata el hambre. Es luchando contra el mal como se supera su carácter absurdo.

Como dijo y vivió Pablo:

“Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos mas no desamparados; perseguidos mas no abandonados; derribados mas no aniquilados.

Como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están condenados a muerte, pero vivos; como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseamos.”  (2 Cor 4. 8-9; 6. 9-10).

Esta praxis revela lo que se oculta en el drama de la cruz y de la muerte: el Sentido último de la Vida.

Nudus nudum Christum sequi: DESNUDO SEGUIR A CRISTO DESNUDO;  he ahí la mística y el misterio de Cruz.

(“Tomado de: Pasión de Cristo, Pasión del mundo, Indoamericana Press Service, Bogotá 1978; pag. 167-174; Sal Terrae, Santander (España) 1989, pag. 171; Paixâo de Cristo, Paixâo do mundo, Vozes 1977, Petrópolis, pag. 158-164”).

En esto pensad

JAIRO OBREGON

19/04/2019

http://servicioskoinonia.org/relat/217