“Hace tiempo se cuenta, que había un campesino que tenía una vaquita
que le daba leche, queso y mantequilla todos los días. Era muy pobre el
campesino, y con lo que le daba la vaquita, lo cambiaba por trueque para
conseguir algunos víveres para cada día.
El personaje en razón tenía una bella niña que quería realizar una
fiesta religiosa, pero era muy pobre.
Del otro lado de la aldea
había un hacendado muy rico que tenía una hija esplendorosa con lujos y trajes
finos traídos del exterior. E igualmente, también se preparaba para esa fiesta
religiosa, sin embargo, estaba preparada con pompa para lograr su cometido.
La niña pobre se puso muy
triste, acongojada y lloraba porque quería parecerse a la niña acaudalada. El
padre de la pobre, no sabía qué hacer, al ver que su niña estaba triste a punto
de enfermar de dolor por ser tan pobre y desdichada.
Ambas lograron realizar esa
fiesta religiosa con alborozo y esplendor. Ese día era de alegría y belleza. La
niña del hacendado con la niña del campesino, vistieron cada quien en su lugar.
La niña del campesino hizo
banquete, se vistió muy fino con un vestido precioso. Hubo comida, brindis y
muchos dulces. Estaba tan alegre que se sentía que por ese día había logrado lo
que tanto quería de verdad.
Un religioso, al ver al
campesino que no iba con la vaquita, le preguntó que había pasado, el campesino
aturdido le confesó que su niña estaba triste a punto de enfermar, así que,
vendió su vaquita que era su medio para vivir, para que la niña también fuera a
cumplir con la fiesta devota.
De esa manera la rica y
pobre recibieron elogios y halagos en muy distantes parajes. Ambas compitieron
por así decirlo, ganando la que tenía, y perdiendo la que no tenia ¿Qué les
parece?”[1]
Como han podido confundir una
y otra vez para creer que hay seres superiores e inferiores por las diferencias
de clases, es decir, nos hacen competir de manera desleal sin igualdad de
condiciones. A veces, el pueblo pobre quiere competir sin lograr parecerse al
pudiente. La cuestión no es que es malo lo uno y lo otro, lo alienante
es, enloquecer
a las personas, confundiéndonos para dominarnos con las marcas de sus medios.
El enloquecedor consumo de
las fiestas navideña cada año es muy preocupante por el lado que se vea. La
gente autómata en esta última festividad del año, hace lo que sea para comprar
de manera compulsiva, lo que necesita y lo que no necesita con exageración.
Pareciese que lo más importante para ser reconocido es lograr tener muchas
cosas, no interesando su costo muchas veces, el objetivo es, obtener para logra
ser distinguido o distinguida.
Los medios masivos de
comunicación de las propagandas comerciales han penetrado sistemáticamente en
las mentes de millones de personas en el mundo “consumista” de esta parte del
mundo. La avalancha de información de las marcas, modas y estereotipos ha infectado
hasta la saciedad la marcada inclinación al consumo desmedido. La gente compra
y compra sin medirse. El esclavo moderno tiene que trabajar para comprar, sino
lo hace, han fabricado medios del síndrome de la culpa. Para que esto no
suceda, compra y consume.
Apaga y desenchufa esos
medios diabólicos del dios del mercado que esclaviza desangrando el bolsillo de
millones de enredados. Necesitamos pensar diferente y ser verdaderamente libres.
No al consumo desmedido. No a la locura de las modas, marcas y un sinfín de
cosas.
“… ¿Por qué os
afanáis?..” Mateo 6:28 VRV1960
En esto pensad.
JAIRO OBREGÓN
FUNDACIÓN MISIONERA OBREGÓN
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Fundaobregon Obregon
2012-12-27 horas: 10pm. San Francisco, Venezuela.