A continuación venimos de la
entrega anterior (01/03/2021) que desarrollamos con amplitud. Veamos.
“Weber
ha elaborado, quizás, el análisis (social) más lúcido y penetrante de la
modernidad. Da la impresión de que, a su juicio, el tiempo de la religión y de
la intuición filosófica (metafísica) ha terminado, de manera que solo puede
hablarse de una racionalidad científica de la historia. Lógicamente, en esta
perspectiva, no puede hablarse de una
“base teológica” o religiosa de la filosofía (del pensamiento humano), porque,
entre otras razones, no existe tampoco filosofía autónoma y valiosa, sino solo
un destino racional, una planificación económica de la vida, que en
principio estuvo motivada por razones teológicas (por la ascética del
calvinismo), y una resignación dolorida…a ser que nos dejemos dominar por los
viejos dioses de un politeísmo ya pasado o emerjan nuevos profetas
carismáticos. Surgen así las dos posibles fronteras que definen el entorno de
la racionalidad científica moderna.
-De nuevo ante un politeísmo
del destino, pero sin verdadera religión. Weber sitúa la
ciencia ante la frontera sacral de los dioses, diciendo con S. Mill que: “En
cuanto se sale del puro empirismo se cae en el politeísmo [1]. Sobre
racionalidad económica-política se extiende el destino como campo de disputa
donde luchan “los dioses de los distintos sistemas y valores”. “Sobre esos
dioses y se [su] eterna contienda decide el destino y no una ciencia. Lo único
que puede comprenderse es qué cosa sea lo divino en uno u otro orden o para un
orden u otro [2]. Esto significa que hemos vuelto a la visión de fondo de la
tragedia griega, de un Karma absoluto de eterno retorno, sin liberación como la
que quiere el budismo.
En esa “frontera de dioses”
se sitúa para Weber la disputa entre la dignidad
religiosa de Jesús, sermón de la Montaña, cuando que ordena “no resistirás
al mal y ofrecerás la otra mejilla” y la dignidad
viril que, por el contrario, ordena “resistirás al mal, pues en otro caso serás
corresponsable de su triunfo”. “Según la postura básica de cada cual, uno de
estos principios resultará divino y el otro diabólico y es el individuo el que
ha de decidir quién es para el Dios y quien es el demonio”. [3].
De esta forma, en la entraña
de la racionalización económico-política que ha destronado el viejo politeísmo
religioso, no queda más verdad ni certeza que el destino, dividido internamente
por la lucha entre los viejos y nuevos dioses. “Los numerosos dioses antiguos,
salen de sus tumbas, quieren dominar nuestras vidas y recomienzan entre ellos
la eterna lucha”.
No podemos evadir este
destino: la búsqueda de vivencias
emocionales es una simple evasión, es miedo: muchos hombres y mujeres se
sienten incapaces de mirar de frente el severo rostro del destino. La misma
ética cristiana nos había emocionado y engañado. En el fondo no existe más
divinidad radical que la fortuna [4].
-Más allá de la cárcel
podría estar la profecía. ¿Una nueva religión? M. Weber proviene del
racionalismo cerrado, que no puede salir de sí mismo, en un mundo donde la
religión no es verdadera ni falsa; simplemente carece de sentido. En este
contexto él se confiesa no dotado para sentir y cultivar la así llamada
“experiencia religiosa”: ich bin zwarreligiös absolut unmusikalisch [5] (en un
plano religioso soy totalmente insensible, es decir, a-musical): su vida se
encuentra dominada por la racionalidad económica social, presidida por los
dioses del destino.
Pues bien, a pesar de ello,
en varios lugares afirma que pudiera llegar el momento en que aparecieran
nuevos “profetas o carismáticos”, capaces de ofrecer una experiencia creadora
de tipo religioso. A su juicio, las viejas experiencias religiosas
(especialmente el mensaje ético de Jesús, que aparece como culmen de una ética
del puro convencimiento) parecen apagadas: los burócratas racionales de la
religión han ocupado el puesto de los profetas carismáticos. Solo una nueva
experiencia de vida creadora, solo una nueva revelación de lo divino, podría
cambiar esta situación [6].
La ciencia nos ofrece unos
medios racionales de producción y organización social (que se expresan en el
capitalismo y burocracia política, pero ella “no responde a las cuestiones de
qué es lo que debemos hacer y cómo debemos orientar nuestras vida. Solo un profeta o un salvador podría
responder a estas preguntas. “Si ese profeta no existe o si ya no se cree
en su mensaje, es seguro que no conseguirán ustedes hacerlo bajar de nuevo a la
tierra intentando que millares de profesores, como pequeños profetas pagados o
privilegiados por el estado, asume en las aulas su función. Por este medio solo
conseguirán impedir que se tome plena conciencia de la verdad fundamental de
que el profeta por el que una gran parte de nuestra generación suscita no existe” [7].
Una
posible nueva transfiguración, un Dios que quizás venga a revelarse
He presentado [dice el
autor] aquella que parece la última
palabra de M. Weber: “nos ha tocado vivir en un tiempo que carece de
profetas y está despalda a Dios (Ibid, 226). No queda más salida que “soportar
virilmente el destino…o volver a las viejas iglesias”, realizando de esta forma
el “sacrificio del intelecto”, es decir,
negándose a vivir el descampado de la “verdad” de la vida, que es la falta de
verdad.
La búsqueda de salvadores y
profetas termina siendo una evasión; solo nos queda “responder como hombres y
profesionales a las exigencias de cada día” (Ibid, 231). Sin embargo, más allá de esta última palabra queda la puerta semi-abierta del misterio,
que puede expresarse en nuevas formas de comunión humana, que superan la
“charlatanería” de los falsos profetas de cátedra:
No hay charlatanería, sino
algo muy serio y verdadero, aunque a veces quizás equívoco, en el hecho de que
algunas de esas comunidades juveniles que se han desarrollado silenciosamente
durante algunos años interpretan sus propias relaciones comunitarias y humanas
como una relación religiosa, cósmica o mística. Si bien es cierto que todo acto
de auténtica fraternidad puede engendrar la conciencia de que con él se añade
algo imperecedero a un reino supra-personal, merece muy dudoso que estas
interpretaciones religiosas aumenten la dignidad de las relaciones comunitarias
puramente humanas…
El destino de nuestro
tiempo, racionalizado e intelectualizado y, sobre todo, desmitificador del
mundo, es el de que precisamente los valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública y se ha
retirado, o bien al reino ultra-terreno de la vida mística, o bien a la
fraternidad de las relaciones inmediatas de los individuos entre sí. No es
casualidad ni el que nuestro arte más elevado sea hoy en día un arte íntimo y
nada documental, ni el que solo dentro de los más reducidos círculos
comunitarios, en la relación de hombre a hombre, en pianissimo, aliente esa fuerza que corresponde a lo que en otro tiempo, como pneuma profético, en forma de
tempestuoso fuego, atravesaba, fundiéndolas, las grandes comunidades” (Ibid, 229).
Una
conclusión abierta
He querido (dice el autor)
evocar con cierta extensión la postura de M. Weber porque ella nos sigue
pareciendo ejemplar. Son muchos, quizás una mayoría, los científicos que
piensan que el tiempo de la religión y metafísica ha pasado, de manera que no
puede hablarse de fronteras teológicas de
la filosofía. En el lugar de la filosofía y de las religiones sólo queda la
racionalidad empírica, en manos del
capitalismo y de la burocracia política.
En lugar de la religión
queda sólo ese “pianissimo” de la mística ultra-terrena (de un tipo de
neo-budismo) o la mística comunitaria (de un evangelio del Dios que da su vida
por los hombres, a fin de que ellos se vuelvan humano, en comunión de vida, en
esperanza de resurrección).
Es significativo el hecho de
que M. Weber, religiosamente “unmusikalisch”, se muestre respetuoso ante esas
dos formas místicas. Sigue siendo muy significativo el hecho de que las
vincule, como formas posibles de apertura hacia un orden de realidad distinto. En plano científico y/o social, la
religión carece de sentido, pues nuestra existencia se encuentra dominada por
el destino y la racionalidad operativa.
A partir de aquí podría
abrirse dos caminos, uno en línea de experiencia interior, otro en línea de
creatividad comunitaria. (Pensamiento Protestante | Blog | Necesitamos de otra
transfiguración: la luz no brilla; los ojos no ven (con M. Weber) – Xabier
Pikaza | marzo 01, 2021 | Fuente: Religión Digital | Edición: Pensamiento
Protestante | Fuente Web | https://www.pensamientoprotestante.com/2021/03/necesitamos-otra-transfiguracion-la-luz.html).
Consideraciones Generales
Con todo lo relatado en
estas dos entregas del mismo tema, nos hacemos algunas preguntas: ¿Qué nueva transfiguración
necesitamos? ¿Cómo entenderla o considerarla? ¿Dónde encontrar esa transfiguración?
¿Por qué una nueva transfiguración? En fin.
Son muchas las preguntas y
pocas las respuestas que nos den las luces, para que la luz brille de nuevo y
los ojos vean más claramente. Esta crisis existencial de los nuevos y viejos ídolos,
hoy, condensados en el materialismo (aunque lo material bien razonado y
administrado se hace necesario), que está cargada de egocentrismo (egoísmo moderno
del individualismo), que lamentablemente sucumbe al “dios dinero” que arrodilla
y esclaviza (aunque el dinero en sí no tiene voluntad propia) es el hombre
(Homo Demens) que se está encerrando en la cárcel de hierro (capitalismo
neoliberal) hace que la vida se vuelva llena de afanes sin límites.
Los grandes pensadores como Nietzsche,
Heidegger, Ortega, Marx e incluso el mismo Weber a los que consideramos de
Pikaza, abrieron el diagnóstico genérico de la situación, que esta enclaustrada
en la realidad actual. Sopesar, una salida de la cárcel de hierro de lo que denominó
como: La cárcel del hierro de la gran Bestia, o del gran Sistema que ha creado
el mismo hombre con la finalidad de la competencia por encima de la
confraternidad, pudiera convertirse en la destrucción de la humanidad y del
planeta mismo.
Esto, se evidencia cuando
actualmente, con la Pandemia (Covid-19), que las naciones pedían a gritos una
vacuna a principio, hoy en dia, existe una guerra de vacunas existiendo las
mismas miserias del acaparamiento, negación y desinformación entre los países ricos
y entre los países ricos con los países pobres. A esta cárcel de hierro no
podemos entrar la humanidad entera.
Y, ¿cómo salir de este
atolladero o infierno de antivalores? No lo sabemos. El mismo “gran sistema” se
ha encargado de mostrarnos un solo lado de la moneda y oculta el otro lado que daría
una solución. En medio de este entramado de cosas son los más débiles los que
pagan las consecuencias, siendo, los más engañados por su vulnerabilidad. Nos toca
a nosotros entre ayudarnos en medio del caos, cuidándonos y aportando lo mejor
que tenemos. Uno solo no se salva, aquí, nos salvamos en lo comunitario. Nadie
tiene una salida mágica o programada. Todos y todas los que tenemos fe,
esperanza y amor comprendemos lo importante que la religión no es suficiente,
la espiritualidad compartida y practicada en una via a esa salvación que
anhelamos momo humanidad.
No podemos cerrar desde la
desesperanza. Creo, que el Espíritu de Dios no guiará a toda verdad y a toda
justicia (Jn 16:13-15). Si, podemos creer que una nueva transfiguración se hace necesaria
como de Jesús, Moisés y Elías con los apóstoles como Pedro, Santiago y Juan que
pedían hacer enramadas para los profetas y el Hijo de Dios (Mt 17). No digo que
volvamos a la vieja caducidad petrificada de "religiosidad carcelaria", sino, a
lo bueno y afable, a lo bonito y romántico. No es que estemos en una burbuja de
que nada pasa alrededor y" matar el intelecto" por "preceptos momificados por el
tiempo".
Dentro de nosotros esta la
respuesta que tenemos que encontrar. Si no podemos cambiar la realidad
cambiemos la actitud y la aptitud para poder sobrellevar la carga de los unos
con los otros. No todo está perdido. Mas son los que están con nosotros que los
que están con ellos y no tenemos miedo... (2º Reyes 6. 8-23 RVR 1960). Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13 RVR 1960)). Otro mundo es
posible. La luz brillará de nuevo. Los ojos verán lo nuevo. La transfiguración es
posible. Todo es posible si lo podemos creer. En Dios haremos proezas (Salmo 60:12 RVR 1960).
En esto pensad
JAIRO OBREGÓN
09/03/2021
Maracaibo, Venezuela