Cada tercer lunes de enero (ayer), se rememora el
nacimiento de Martin Luther King, Jr., (1929-1968), doctor en Teología
Sistémica, pastor bautista de color, activista de los derechos civiles, cifro como
un homenaje a su legado de la “no violencia” y de la libertad: valores de transformación
contra el racismo e intolerancia de estatus por el color u posición en los
Estados de la Unión Norte Americana.
Me es
menester, cada año, rendirle un pequeño, pero significativo homenaje, a un
símbolo incansable de valor y coraje que se ganó el “Premio Novel de la Paz”,
en medio de una sociedad que no aceptaba la igualdad de los afrodescendientes
en aquella época de los años sesenta del siglo pasado, por el desconocimiento
de no querer verse como iguales.
Es
curioso, que, en los actuales momentos, todavía no han sido suficientes –al
parecer- las luchas por las reivindicaciones civiles, cuando se observa marchas
de protestas por las mismas luchas del pasado, en medio de un brote de racismo
de odio de color contra la población negra principalmente, en medio de la
brutalidad policial y estatal que no respeta la dignidad humana… ¡Hemos vuelto
a los sesenta!
El
racismo y sus mil caras están vivos y activos, puesto que no murió nunca. Es producto
intacto del coloniaje. Los antivalores del consumo—excesivo, los altos
estándares de la sociedad, la lucha de clases, la anti—educación, la
competencia desmedida, el abandono del pobre y desposeído, el dinero como un
ídolo y la destrucción de la tierra, el clima, la amenaza nuclear y mucho más,
agitan las alas la desunión e intransigencia. Es la decadencia de la sociedad
de cualquier parte del mundo donde persiste la destrucción del hombre por el
hombre.
Alguien
dijo que el sueño de King, fue fundado en el sueño americano […] “Hoy tengo un
sueño” […] en su discurso del 28 de agosto 1963, delante el monumento de Lincoln
en Washington D.C., hoy, tiene vigencia en la memoria histórica de los que
luchan y defienden sus convicciones.
Es de notar que en 1863, se dio la
Proclamación de la Emancipación dictado por Abraham Lincoln sobre la abolición
de la esclavitud en medio del secesionismo y la guerra civil de aquellos años.
Es decir, cien años antes de King, quien tomó la fecha para su sueño y proclama
de estos dos acontecimientos significativos de ambas épocas.
La idea
de la no violencia dada por otro gigante de la historia, Mahatma Gandhi en la
India, que libró la independencia de ese sub-continente de los ingleses, las
cuales motivaron a King y a sus seguidores, a encontrar los caminos que le
llevaron en abrir las conciencias contra la separación por los mismos derechos.
Aun, el
nombre de Martin Luther, proviene de Martin Lutero, el reformador protestante
de la Iglesia de Roma, de origen Alemán. Los King –padre e hijo- dieron honor a
este nombre para encontrar una similitud con la historia y con realizar algo
nuevo –interpreto-.
Sigamos
el ejemplo y determinación de un hombre que vivió su prédica en la acción
verdadera de acercamiento, de extender puentes, de romper esquemas de
“separacionismos” las cuales generan odio y desprecio por el contrario. Ese fue
King, y lo seguirá siendo. Su recuerdo continúa en el tiempo.
Jesús,
nos enseñó el camino del amor de los unos y de los otros. El amar a los
enemigos, se refería más al “aparta-miento” de la santidad farisea, que odiaba
a quien no pertenecía a su linaje, considerándolos “enemigos”, es decir, “no
eran sus amigos” de ellos por el color de piel, y su condición socioeconómica.
El Hijo del Hombre rompe con lo establecido de la santidad saducea que “apartaba”,
“separaba”, dándole mucho más valor a los más odiados y desposeídos. Los judíos
de la época tenía como enemigos a quienes no pertenecía a su grupo, sea
religioso, familiar y contemporáneos.
En esto
consiste –en gran medida- el mensaje, enseñanza y ejemplo del hombre que anduvo
en galilea hablando del reino de Dios. Un reino de amor, justicia y paz entre todos sin
distinciones. King siguió a Jesús.
¡Algún
día, despertaremos del sueño y nos veremos cómo iguales en nuestros derechos a
vivir! ¡Algún día, diremos como gritó el viejo negro que citó King en su
discurso celebre casi al final de su vida: “¡Libres al fin, Libres al fin!” Te
lo pedimos oh Dios ¡Amén!
JAIRO
OBREGÓN
19/01/2015
San Francisco, Venezuela
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