Este evento se remonta primeramente a la confusión
de las lenguas en la Torre de Babel cuando Dios confunde la lengua originaria
que según se pudiera decir que fue el hebreo, como una tradición judaica. Lo que
el simbolismo descifra es que en algún momento el lenguaje y la comunicación se
propagaron sobre las nacientes naciones del oriente. Basado en el Génesis del
Antiguo Testamento.
En la tradición judeocristiana se celebra la
Fiesta del Pentecostés expresada en el Libro de Hechos de los Apóstoles de su
segundo capítulo como es conocido. Es un momento lleno de emociones encontradas
por la muerte y resurrección de Jesús a la que estamos familiarizados por la
narrativa y lenguaje de la época bíblica. Lo cierto, es que en medio de las más
grandes dificultades por la que los discípulos estaban atravesando, la promesa
proyectada por Jesús de enviar al ‘otro consolador’ se hizo efectiva en el
momento más indicado como motor de renovación, fuerza determinadora y audaz.
Cabe
recordar que en una Fiesta de Pentecostés (en griego) o Shavuot en (en hebreo)
se le dio a Moisés siervo de Dios las tablas de la Alianza a la Confederación
de Tribus que formaban los Hijos de Israel en desierto del Sinaí, donde se
prepararon para entrar a la Tierra Prometida, tal como lo expresa el relato del
Éxodo. De igual forma el Pueblo que había sido afligido por la mano imperial
del Faraón, estaban en espera de algo que los organizara y les dijeran que
debían hacer por todas las cosas tan sorprendentes que habían experimentado.
Eso es
Pentecostés, es una fuerza como de fuego que consume y guía en medio de la
adversidad y la perturbación en momentos difíciles y sin saber qué camino
tomar. Es ahí donde empieza esa renovación de los paradigmas, es encontrarse
uno mismo y con dinamismo retomar un nuevo impulso y llegar a transformarse sin
temor alguno.
“Celebramos
hoy […] la fiesta solemne de Pentecostés cincuenta días después de la Pascua. Fiesta
del Espíritu Santo y de la inauguración de la misión de la Iglesia.
El relato
de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor
lucano. Su finalidad es inminentemente teológica. No es un acontecimiento
cronológico sino Kairótico en la misma línea de fiesta de la ascensión…Lucas
recoge la fiesta de las semanas del antiguo Israel. Esta fiesta se celebra para
conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley
de Moisés en medio de truenos y relámpagos y viento huracanado.
El redactor
de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar
que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu
Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la
historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por
parte de la iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético
del ‘Día del Señor’. Este pasaje entrelaza elementos históricos y
escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas
y culturales. Por eso todos entienden en su propia lengua. Allí se han dado
cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del
mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos
están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura la nueva comunidad…” [1]
En medio
de temores y desesperanzas nos encontramos con la fuerza del Pentecostés lleno
de motivación y de desafíos. Esa promesa hecha realidad de que no estaremos
solos en las luchas de cada día con su propio afán, de que podemos sobrevivir
en la selva de concreto (ciudades), aun cuando la gente pierde su sentido de
vida hasta por una marca de comida que los medios le insertan creando un caos
mental.
Vivamos esa
fuerza renovadora de la esperanza y fe por la vida. Experimentemos una limpieza
purificadora de su fuego que consuma lo negativo y mal creado. Permitámonos
despojarnos de los sinsabores de la vida por causa del consumo excesivo, que
para sentirnos “felices” y estar “tranquilos” dependemos del dinero que nos
conlleva a más desesperación cerrando los verdaderos horizontes que nos muestra
una vida libre con la ayuda del Espíritu de Dios.
Pentecostés
es fuerza de vida y renovación de los paradigmas. Alegrémonos por la llegada
del Espíritu que con su Energía vigorosa alcanzaremos la victoria.
JAIRO
OBREGÓN.
15/06/2014
San Francisco, Venezuela
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