¿Qué
horror sobrevivir a una catástrofe núclear? ¿Que implicaciones
tienen al medio ambiente y al hombre? Imaginemos lo inimaginable.
Sobran las palabras.
Suscribo a
los que me leen una leyenda que conmoverá los corazones y la
conciencia de lo que sería una escalada núclear en el mundo.
Veamos.
Alguna vez
vivieron en Chernobyl miles de personas, pero desde el accidente
núclear del 26 de abril de 1986 esto ya no es así. Debido a la
contaminación radioctiva. Mas de 115.000 personas fueron evacuadas
en un radio de 30 kilómetros en torno a la central. Hoy los techos
undidos de las casas de ladrillo, las ventanas destrozadas, el
silvido del viento y el ambiente gris le dan a la ciudad una pátima
terrorífica. Pero aunque las personas hayan abandonado el lugar hace
30 años, sigue habiendo vida en Chernobyl. En las calles se mezclan
perros asilvestrados con lobos.
“La casa
está ocupada por su dueño”, se lee en un cartel en la ventana de
una casa que permanece intacta. Pero un vecino dice que en realidad
está deshabitada. “Una vez al mes vienen los nietos de mis
antiguos vecinos desde Kiev a controlar”, dice. El que habla es
Yevhen Markewytsch, 78 años. Antaño era profesor en Chernobyll. Dice
recordar con presición el día de la catástrofe. Él estaba con sus
alumnos en una granja estatal, donde debía plantar papas. Cuando
vieron humo sobre la planta núclear, no le dieron mayor importancia
porque “a menudo se quemaba algo allí”. Pocos días después
comenzó la evacuación.
Tres meses
más tarde, Yevhen regresó por primera vez a la cuidad. “Tenía
nostalgia”, revela. Debido a que la zona estaba dentro del área de
exclusión, requirió una autorización especial. “Desde Kiev me
vine en bote hasta Prioyat. En la rivera me encontré con unos
policías. Uno de ellos era un viejo amigo mío. Le dije que quería
ver mi casa, y él me dio su chaqueta y su gorro de policía. “Así
llegué a Chernobyl”, recuerda. Entonces vio cómo los soldados
marcaban las rejas y techos de las casas con los valores radiáctivos
medidos en esos lugares. Yevhen se quedó solo una noche en su casa y
abandonó nuevamente Chernobyl.
Pero la
próxima vez regresó, fue para siempre. “Encontré un trabajo para
monitorear los niveles de radiación. Estaba preparado para tomar
cualquier trabajo, lo importante era estar en Chernobyl”, dice.
Ahora estaba jubilado. Junto a su mujer cosecha frutas y verduras en
su jardín y practica su hobby favorito: pescar. De hecho, cuelga
unos pescados en el porche de su casa. “Son de nuestro río”,
cuenta. “Estoy feliz de haber tomado la desición de volver”,
dice Yevhen.
En total
viven en la zona de exclusión unas 180 personas, 80 en Chernobyl y
100 en cuatro pueblos vecinos. En Kupowate, que se cuenta a 47
kilómetros de la planta núclear, viven hoy 16 personas. A la
entrada del pueblo hay una casa de madera donde una mujer y un hombre
apilan leña. Son Victor Tschausow y Maria Sapura. Antes de la
catástrofe, ella trabaja como lechera y su marido, como obrero.
Ambos decidieron regresar tras la evacuación. En la calle donde
viven no hay nadie más. Si bien casi siempre tienen electricidad. El
agua deben obtenerla de un pozo. Una vez al mes un cartero le llevan
la pensión, dos a tres veces cada 30 día una furgoneta les vende
alimentos. “No tenemos hijos, por eso nadie nos visita.
Sobrevivimos también como se puede”, dice Maria.
Victor
cumplirá 80 años. Prende un cigarrillo y empieza hacer memoria.
“Nos evacuaron como si fuéramos ganado. Primero nos llevaron a una
especie de almacén, después nos entregaron casas”, revela. “Pero
nosotros recibimos habitación con cortinas en lugar de puertas.
Teníamos apenas un sofá, habia muchas familias y algunas personas
debian dormir tiradas en el piso. Por eso volvimos a nuestra casa.
Ahora estamos viejos y debemos trabajar mucho, pero tenemos pepinos,
tomates y papas”, añade Maria.
En una
calle cercana vive Maria Prokopiwna. Su pequeña casa está rodeada
por un huerto. En una habitación cuelgan telas decorativas. “Aquí
bordaba ya cuando joven”, dice un poco avergonzada. También
recuerda la evacuación, y empieza a llorar. “Nos llevaron lejos,
dijeron que por tres días. No puedo describir lo que pasamos.
Balbucea entre sollozos. También Maria recibió un apartamento en un
distrito vecino, pero debía compartirlo con muchas familias. Asi que
empacó sus cosas y volvió a su hogar. “Esta casa la construí con
mis propias manos”, asegura.
Maria
Prokopiwna tiene dos hijos y varios nietos que la visitan los fines
de semana. Los 30 años han pasado muy rápido, ella se acostumbró y
no le va mal. “No puedo comerme todo lo que produzco”, dice y
muestra su despensa, bien equipada con tomates, pepinos, manzanas,
papas y cebollas. “Por supuesto que se que tras el accidente se
prohibió cultivar. Pero se ha medido la radiación y me dijeron que
están dentro de los valores aceptables”, dice Prokopiwna. Así
sea.
La
historia es real en la actualidad de lo que pasó en Chernobyl,
Ucránea. No quiero imaginarme lo que sucedería en un guerra núclear
provocada por actores nucleares que cada día muestran su arcenal con
sus cabezas nucleares de los EEUU, OTAN, RUSIA, CHINA o venga de
donde venga.
Pedimos al
Dios de la vida que el mundo no amanezca en una desvastación
núclear con consecuencias radiactivas. Elevemos la conciencia todos
los seres humanos. Te lo pedimos Jesús. Amén.
En esto
pensad.
JAIRO
OBREGÓN
26/04/2016
Maracaibo,
Venezuela.
http://www.dw.com/es/as%C3%AD-se-vive-hoy-en-chernobil/a-19212087
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