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viernes, 12 de febrero de 2016

LA CASA QUE PRODUCE ALIMENTOS.


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Hoy, más que nunca, debemos poner la mirada dónde siempre deberíamos haberla tenido, en la casa dónde vivimos y compartimos con nuestras familas y allegados. La vida moderna con los productos que nos comemos, nos atornilló culturalmente a los patrones preestablecidos de la producción industrial, a los “empaquetados”, “enlatados”, “envasados” para adquirirlos a “precios costosos”. Dejamos de ver que en el hogar podemos alimentarnos hasta un 40% con nuestro esfuerzo, constancia y dedicación.

La casa es la respuesta definitiva para alimentarnos; con sus techos, paredes, callejones, patio y cercas que están abandonadas, sub-utilizadas, menospreciadas y ociosas. Esta locura por la “economía de puertos”, de adquirir alimentos importados nos mal acostumbró a la dependencia de esos “alimentos” mal sanos, llenos de químicos nocivos para la salud, dejándonos a la merced de contraer enfermedades y que nuestro sistema inmunológico se deteriore hasta llegar al fin de nuestras vidas antes de tiempo muchas veces.

Esa dependencia emocional y cultural de nunca hacer nada, de echarle la culpa a los demás, pensando que todo lo merecemos, que todo nos lo tienen que hacer, es bueno que cambie ese paradigma en este mundo tan cambiante. El problema no es tanto económico, el problema consiste en lo cultural cuando adoptamos la actitud contemplativa, cruzándonos de brazos y quejándonos por la política, la economía y la sociedad.

La solución a éste problema está en ¡La Casa que Produce Alimentos! Esa debe ser nuestra consigna la ¡Agri-cultura en Casa! ¡Patios Productivos! ¡Volvamos al Conuco! ¡Canteros es Alimentos! ¡Huerta en casa! Desde Fundaobregón nos hemos propuesto a trabajar La Educación para la Agricultura Urbana con una serie de Charlas y Talleres para crear la conciencia, la estrategia y táctica de éste nuevo mundo agroalimentario. Es la casa es dónde podemos empezar a trabajar organizadamente en cultivar lo que comemos. Es tener el tino de elaborar estrategias comunes con otros vecinos con el mismo sentir y elaborar esquemas de producción de alimentos como hortalizas, legumbres, platanos, yuca, frijoles, caraotas, etc., dándonos los alimentos complementarios para la salud.

Desde los tiempos inmemorables el cultivo venía de la mano del campesino, cada quién velaba por su patio y compartía en trueque o intercambio los alimentos que se producían. Con la llegada de la Revolución industrial todo cambió, la producción campesina pasó a ser para la industria y los alimentos elaborados pasaron a ser mercancias. El adelanto dió un cambio en el modo de producción por la demanda de más alimentos que debía satisfacer el crecimiento demográfico que se acercaba. En los siglos XVIII, XIX, XX y XXI se enseñó la cultura de adquirir alimentos más fáciles de consumir. La falta de tiempo, por el trabajo en las fabricas, arrojó el resultado del abandono del campo, llevando a urbanizar nuevas ciudades cosmopólitas y complejas en su estructura. Todo esto se culturizó acostumbrando al antiguo campesino a ser un consumidor inerte frío y estático. Como resultado el hambre golpea el estómago de las familias por la cultura del desgano, y la apatía a la hora de producir lo que el estómago pide: ALIMENTOS.

Desde luego, no somos campesinos ni expertos en la materia de producir alimentos. Estamos reaprendiendo su valor y dedicación en lo poco, con la siembra en materos para el cultivo desde lo más sencillo. Es nuestro deseo seguir este camino de liberación volviendo a las raíces de nuestro acervo cultural. Redescubrir la importancia de la agricultura urbana y rural o campesina e indígena como un eje de desarrollo de las capacidades y destrezas en emprender nuevos caminos distintos a lo acostumbrado.

Caminemos juntos este camino de semillas y senderos, desde la perspectiva de cambiar los paradigmas de la indiferencia, en una que dé resultados precisos y concisos. Invitámos a las comunidades, a las escuelas, a las iglesias o congregaciones, y a todos en general que unámos voluntades y esfuerzos para darles a nuestros hijos un mundo posible. El rico y el pobre, el blanco y el negro, el hombre y la mujer, todos, todos, absolutamente todos necesitámos alimentarnos y vivir bien, sanos y fuertes. Ésta es una de las mejores herencias para nuestros hijos y nietos. Vale la pena la motivación por ver si se puede y que entre todos los que piensan como nosotros podemos marcar la diferencia. La casa es la respuesta para producir lo que comemos.

En esto pensad.


JAIRO OBREGÓN

12/02/2016

Maracaibo, Venezuela.

1 comentario:

  1. El texto es precioso y muy necesario, sin embargo por razones de lectura mas fàcil recomiendo otro tipo de letra, tal vez en marrón y fondo blanco o crema, las personas que quieren cansr al lector para que termine dejando de la do algunos detalles hacen la letra dificil de leer, Lo que escribes es de suma importancia facilita su lectura.

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