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lunes, 20 de julio de 2015

¡EL VÍNCULO: MADRES E HIJAS!

mujeeeer  

La vida familiar es, y debe ser, un vínculo de amor perfecto entre sus miembros, parafraseando la Biblia. Es el amor la base donde se sustenta y sostiene la convivencia del hogar. Lamentablemente, el modo de vida moderna de alejarse los unos de los otros está causando situaciones encontradas en los miembros de una casa.

La relación Madre e hija, como un caso en particular debe ser objeto de estudio y comprensión para el buen funcionamiento de la vida y relación entre ambas, como ejemplo.

Nuestras células se dividieron y desarrollaron al ritmo de los latídos de su corazón; nuestra piel, nuestro pelo, corazón, pulmones y huesos fueron alimentados por su sangre, sangre que estaba llena de las sustancias neuroquímicas formadas como respuesta a sus pensamientos, creencias y emociones. Si sentía miedo, ansiedad, nerviosismo, o se sentía muy desgraciada por el embarazo, nuestro cuerpo se enteró de eso; si se sentía segura, feliz y satisfecha, también lo notamos.

Christiane Northrup, narra, que cada hija lleva consigo a su madre. Es un vínculo eterno del que nunca nos podremos desligar. Porque, si algo debe quedarnos claro, es que siempre contendremos algo de nuestra madre.

Para tener salud y ser felices, cada una de nosotras -y nosotros- tenemos que conocer de qué manera nuestra madre influyó en nuestra historia y cómo sigue haciéndolo. Ella es la que antes de nacer ofrece nuestra primera experiencia de cariño y de sustento. Y es através de ella que comprendemos qué es ser mujer y cómo podemos cuidar o descuidar nuestro cuerpo.

La mejor herencia que heredamos de una madre a una hija es haberse sanado como mujer. Christiane Northrup. 

Cualquier mujer, sea o no sea madre, lleva consigo las consecuencias de la relación que ha obtenido con su progenitora.

Si ha trasmitido mensajes positivos acerca del cuerpo femenino y de la manera en la que hay que trabajarlo y cuidarlo, sus enseñanzas siempre formarán parte de una guía para su salud física y emocional.

Sin embargo, la influencia de una madre también puede ser problemática cuando el papel que ejerce resulta tóxico debido a una actitud descuidada, celosa, chantajista o controladora.

Cuando conseguimos comprender los efectos que la crianza ha tenido en nosotras -o nosotros- comenzamos ha estar dispuestas - o dispuestos- a comprendernos, a sanarnos a ser capaces de asimilar lo que creemos de nuestro cuerpo o a explorar lo que consideramos posible conseguir en la vida.

La atención materna, un nutriente esencial para toda la vida. Cuando una cámara de televisión enfoca a alguien en público en un evento deportivo o cualquier otro acontecimiento...¿Qué grita generalmente? "¡Hola Mamá!".

Casi todos nosotros tenemos la necesidad de ser vistos por nuestras madres, buscamos su aprobación. En origen, esta dependencia obedece a cuestiones biológicas, pues las necesitamos para subsistir durante muchos años; sin embargo, la necesidad de afecto y de aprobación se forja desde el minuto uno, desde que la miramos para ver si algo estamos haciendo bien o si somos merecedores de una caricia.

Tal y como señala Northrup, el vínculo madre-hija está estratégicamente diseñado para ser una de las relaciones más positivas, comprensivas e íntimas que tendremos en la vida. Sin embargo, esto no siempre sucede así...

Con el paso de los años esta necesidad de aprobación puede volverse patológica, generando unas obligaciones emocionales que propiciarán que nuestra madre tenga el poder de nuestro bienestar toda o casi toda nuestra vida.

El hecho de que nuestra madre nos reconozca y nos acepte es una sed que tenemos que saciar, a pesar de que para ello tengamos que sufrir. Esto supone una pérdida de independencia y libertad que nos apaga y nos transforma.

¿Cómo comenzar a crecer como mujer y como hija?

No podemos escapar a esta vínculo, pues sea o no sea sano, manejará siempre de nuestro futuro a su antojo.

La decisión de crecer implica limpiar las heridas emocionales o cualquier cuestión que haya quedado inconclusa en la primera mitad de nuestra vida. Esta transición no es una tarea fácil, pues primero tenemos que detectar cuáles son las partes de la relación materno-filial que requieren de resolución y curación.

De ello depende nuestro sentimiento de valía presente y futuro. Esto sucede porque siempre hay una parte de nosotras -o de nosotros- que piensa que debemos darnos en exceso a nuestra familia o a nuestra pareja para ser merecedoras -o merecedores- de su amor.

La maternidad e incluso el amor de mujer siguen siendo sinónimos culturales de sacrificio en la mente colectiva. Esto supone que nuestras necesidades queden siempre relegadas al cumplimiento o no de las de los demás. Como consecuencia, no nos dedicamos a cultivar nuestra mente de mujer -o del ser-, sino a moldearla al gusto de la sociedad en la que vivimos.

Las expectativas del mundo sobre nosotras -o de nosotros- pueden llegar a ser muy crueles. De hecho, yo hablaría -comenta Northrup-  de que constituyen un verdadero veneno que nos obliga a olvidar nuestra individualidad. 

Estas son las razones que hacen tan necesaria la ruptura con la cadena del dolor y la sanación íntegra de nuestros vínculos, o los recuerdos que tenemos de ellos. Debemos percatarnos de que estos hace tiempo se convirtieron en espirituales y, por lo tanto, nos toca hacer las paces con las rarezas con las que nos tocó vivir. Sean o no sean tan malas.

En esto pensad.


JAIRO OBREGÓN

20/07/2015

Maracaibo, Venezuela.



T/www.elciudadano.cl/2015/07/19/190159/
madres-e-hijas-el-vinculo-que-sana-el-
vinculo-que.hiere/

F/Madres e hijas de Christiane Northrup




   

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