¿Qué piensa usted?
Verdaderamente, no es fácil la respuesta a priori. Nadie tiene el monopolio de
lo certero o asertivo. Sin embargo, entre ambas posiciones nos inclinamos
primero a la vida misma como don supremo y posteriormente a la economía como
talento complementario. Otros, podrían pensar que si no se come, se muere de
hambre, es cierto, pero no verdadero. Pero en tiempos de una pandemia mundial o
un desastre sobrevenido, la vida es la prioridad para que pueda haber comida,
de donde viene comercio, si se quiere.
Esto, se evidenció cuando
Jesús dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no
consiste en la abundancia de los bienes que posee”. (Lucas 12:15 Reina Valera
1960). No dijo que no se tuviera bienes, sino, en esa “abundancia” desmedida,
la propia vida no consiste o radica en la avaricia, porque no tiene sentido o
asidero la avaricia en comparación con la vida. Eso es inverosímil. Y, eso va
contra su proyecto liberador que denominó el reino de Dios, siendo él (Jesús)
mismo esa buena noticia, tal como lo describe Juan Antonio Pagola en su libro, Jesús Aproximación Histórica, de cual
recomiendo su lectura y análisis de vida.
En el Primer Testamento (de
la Biblia), se nos narra que cuando Moisés siervo del Dios altísimo, HaShem
(Dios) le envió el “maná” (“qué es esto”), dado, que el pueblo de Israel
(provenientes de Egipto) se quejaron por no comer ollas de carne y todo el pan
que se les antojaba, deseaban comer como comían en su esclavitud de la potencia
africana, se les había olvidado su dolor y sufrimiento constante que les
ocasionaba sus amos imperiales, quisieron volver hacia atrás buscando la
grosura o comelona, no importando la esclavitud pasada. Moisés les dio a
conocer el maná, y ellos tuvieron que aprender a comer y a depender de Dios
directamente. Ahora, ¿Qué pasó? ¿Qué hicieron los hijos de Israel? Como veían
que les caía el maná, lo empezaron a esconderlo
y acapararlo por su astucia, como
consecuencia se les pudrió todo lo
que avaramente delinquieron (Véase Éxodo 16). Esto evidencia, lo que podría ser
un pecado socioeconómico al privilegiar los bienes materiales que la vida, y de
que seamos agradecidos por los dones que Dios nos da para cada ser humano.
La Madre Tierra es generosa
y puede producir libremente dándonos sus dones naturales para mantenernos
tranquilos en la tierra, si respetamos sus ciclos, sus ecosistemas y su propia
vida mirándola como ser vivo y no un baúl de recursos, tal como lo expresa
Leonardo Boff (Web).
Ante esta pandemia del nuevo
Coronavirus Covid-19, que en tan poco tiempo ha paralizado al mundo entero en
un gran contagio, propagación y muerte se debate entre la vida o la comida,
entre la vida o los bienes materiales, en fin. A estas alturas los países y
regiones declararon una cuarentena a la medida de cada quien, hay quienes se
burlaron de la pandemia y cuando vieron que no era broma, trataron de dar una “cuarentena
suave”, siendo esto una desvergüenza saber su obstinada irracionalidad, cuando
la pandemia se puede extender más y causar males mayores (hasta de proporciones
de la subida exponencial), y se cuente por millones de millones los infestados
y los decesos ulteriores. Tal como lo vemos lo que ha pasado en Europa como
Italia, España y Alemania. En America del Norte vemos el epicentro de la
pandemia (covid-19) en New York con estelas de muertos, afectando a California
y otros estados de la Unión. Evidenciándose, una campaña campal entre los
gobernadores contra su presidente por el mal tratamiento de la pandemia en el país
de las barras y las estrellas, aclarándole que tienen un presidente y no un rey como tal. La irracionalidad, la
soberbia y obstinación no son buenas consejeras. Dicen ser salvadores y no lo
son.
En palabras de Leonardo
Boff: “La pandemia de coronavirus (Covid-19) nos obliga a pensar ¿qué es lo que
cuenta verdaderamente, la vida o los bienes materiales? ¿El individualismo de
cada uno para sí, de espalda a los demás, o la solidaridad de los unos con los
otros? ¿Podemos seguir explotando, sin ninguna otra consideración, los bienes y
servicios naturales para vivir cada vez mejor, o podemos cuidar la naturaleza,
la vitalidad de la Madre Tierra, y el ‘vivir bien’, que es la armonía entre
todos y con los seres de la naturaleza? ¿Ha servido para algo que los países
amantes de la guerra acumulasen cada vez más armas de destrucción masiva, y que
ahora tengan que ponerse de rodillas ante un virus invisible evidenciando lo
ineficaz que es todo ese aparato de muerte? ¿Podemos continuar con nuestro
estilo consumista, acumulando riquezas ilimitadas en pocas manos, a costa de
millones de pobres y miserables? ¿Todavía tiene sentido que cada país afirme
sus soberanía, oponiéndose a la de los otros, cuando deberíamos tener una
gobernanza global para resolver un problema global? ¿Por qué no hemos
descubierto todavía la única Casa Comun, la Madre Tierra, y nuestro deber de
cuidarla para que todos podamos caber en ella, naturaleza incluida?
Son preguntas que no pueden
ser evitadas. Nadie tiene la respuesta. Una cosa sin embargo –atribuida a
Einstein- es cierta: ‘la visión del mundo
que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis’. Tenemos
que forzosamente que cambiar. Lo peor sería que todo volviese a ser como antes,
con la misma lógica consumista y especulativa, tal vez con más furia aun. Ahí,
si, por no haber aprendido nada, la Tierra podría enviarnos (manipulado o no)
otro virus que tal vez pudiera poner fin al desastroso proyecto humano actual”.
(Leonardo Boff | Articulo | El Coronavirus despierta en nosotros lo humano |
2020-04-05 | 977 | http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=977).
Ahora, bien, la lógica del
“dios” del mercado capitalista neoliberal, que ha taladrado en la psiquis de
las personas, anteponiendo los valores de la vida por encima de todo, y por
todo, ese becerro de oro del dinero como la maxima ganancia, no importando
aplastar a los demás, puesto que esa idolatría de la cuna de la gran bolsa de
valores en el Wall Street, afirma categóricamente: “¡La Codicia es buena!”
Puede llevar a la humanidad devastarse cayendo en el hueco de su propio
infierno: dejar de vivir o morir.
Eso recuerda cuando mi Señor
Jesús (a quien sigo desde mi juventud), expresara la parábola del rico que quiso
amontonar más de lo que tenía, derribando, los graneros y haciendo graneros más
grandes, en ese mismo instante se le dijo: “¡Pobre loco! Esta misma noche te
reclaman tu alma. ¿Y quién se quedará con lo que has preparado?” (Lucas 12,
16-20 Biblia Latinoamérica).
Continua Boff: “Vivimos
tiempos dramáticos bajo el ataque del coronavirus (Covid-19), una especie de
guerra contra un enemigo invisible, contra el cual todo el arsenal destructivo
de armas nucleares, químicas y biológicas fabricadas por los poderes
militaristas son totalmente inútiles e incluso ridículas. El Micro (virus) está
derrotando a lo Macro (nosotros).
Tenemos que cuidarnos
personalmente y cuidar a los demás, para que podamos salvarnos juntos. Aquí no
valen los valores de la cultura del capital, no la competencia, sino la vida,
no la riqueza de unos pocos y la pobreza de las grandes mayorías, no
devastación de la naturaleza, sino su cuidado. Estamos en el mismo barco y
sentimos que somos seres que dependemos unos de otros. Aquí todos somos iguales
y con el mismo destino feliz o trágico.
En estos momentos de
aislamiento social forzado, tenemos la oportunidad de pensar sobre nosotros
mismos y en lo que reamente somos. ¿Sabemos quiénes somos? ¿Cuál es nuestro
lugar en el conjunto de los seres? ¿Para qué existimos? ¿Por qué podemos ser
infestados por el coronavirus e incluso morir? Al reflexionar sobre estas
preguntas impostergables, vale la pena recordar a Blaise Pascal (+1662). Nadie
mejor que él, matemático, filósofo y místico, para expresar el ser complejos
que somos:
‘¿Que es el ser humano en la
naturaleza? Una nada frente al infinito y un todo frente a la nada, un medio
entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde viene y el
infinito hacia dónde va’ (Pensées 72). En él se cruzan los cuatros infinitos:
lo infinitamente pequeño, lo infinitamente grande, lo infinitamente complejo
(Teilhard de Chardin) y lo infinitamente profundo.
En verdad no sabemos bien
quien somos. O mejor, desconfiamos de alguna cosa en la medida en que vivimos y
acumulamos experiencias. En uno somos muchos. Además de aquello que somos,
existe en nosotros aquello que podemos ser: un manojo inagotable de
virtualidades escondidas dentro de nosotros. Nuestro potencial es lo más seguro
en nosotros. De ahí nuestra dificultad para construir una representación
satisfactoria de quienes somos. Pero esto no nos exime de elaborar algunas de
lectura que, de alguna manera, nos guíen en la búsqueda de lo que queremos y
podemos ser.
En esta búsqueda el cuidado de sí mismo juega un papel
decisivo. Especialmente en este momento dramático, cuando estamos expuestos a
un enemigo invisible que puede matarnos o a través de nosotros causar la
enfermedad o la muerte a los otros. En primer término, no es una mirada
narcisista sobre el propio yo, lo cual lleva generalmente a no conocerse a sí
mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de uno mismo y, por lo
tanto, alienada y alienante.
Fue el filósofo Michel
Foucault quien, con su exhaustiva investigacion Hermenéutica del sujeto (1984), trató de rescatar la tradición
occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los sabios de los siglos
II/III, cómo Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran lema era el
famoso “ghôti seautón”, “conócete a ti mismo”. Este conocimiento no se entendía
de una manera abstracta sino concreta: reconócete en lo que eres, trata de
profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; trata de realizar
lo que realmente eres.
Es importante afirmar en
primer lugar que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una sustancia
constituida de una vez por todas (Foucault, Hermenéutica
del sujeto, 2004), sino un nudo de relaciones siempre activo que, a través
del juego de relaciones, se está construyendo continuamente. Nunca estamos
listos, siempre nos estamos formando.
Todos los seres en el
universo, según la nueva cosmología, tiene una subjetividad porque siempre
están relacionando e intercambiando información. Por eso tienen historia y un
cierto nivel de conocimiento inscrito en su ADN. Éste es un principio cosmológico
universal. Pero el ser humano lleva a cabo su propia modalidad de este
principio relacional, que es el hecho de ser un sujeto consciente y reflexivo.
Sabe que sabe y no sabe que sabe y, para ser completos, no sabe que no sabe,
como decía irónicamente Miguel de Unamuno.
Este nudo de relaciones se
articula desde un centro, alrededor del cual organiza los sentimientos, ideas,
sueños y proyecciones. Este centro es un yo, único e irrepetible. Representa,
en el lenguaje del más sutil de todos los filósofos medievales, el franciscano
Duns Scotus (+1203), la última solitudo
entis, la última soledad del ser.
Esta soledad significa que
el yo es insustituible e irrenunciable. Pero recordemos: debe entenderse en el
contexto del nudo de relaciones dentro del proceso global de interdependencias,
de modo que la soledad no sea la desconexión de los demás. Significa la singularidad
y la especificidad inconfundible de cada uno. Por lo tanto, esta soledad es
para la comunión, es estar solo en su identidad para poder estar con el otro
diferente y ser uno-para-el-otro y con-el-otro.
El cuidado de sí mismo
implica, en primerísimo lugar, acogerse a sí mismo tal como se es, con las
capacidades y limitaciones que siempre nos acompañan. No con amargura como
quien no consigue evitar o modificarse su situación existencial, sino con
jovialidad. Acoger la estatura, el rostro, el pelo, las piernas, pies, senos,
la apariencia y el modo de estar en el mundo, en resumen, acoger nuestro propio
cuerpo.
Cuanto más nos aceptemos así
como somos, menos clínicas de cirugía plásticas necesitaremos. Con las
características físicas que tenemos, debemos de elaborar nuestra manera de ser
y nuestra mise-en-scène en el mundo.
Podemos cuestionar la
construcción artificial de una belleza fabricada que no está en consonancia con
una belleza interior. Hay el riesgo de perder la luminosidad y sustituirla por una vacía apariencia de brillo.
Más importante es acoger los
dones, las habilidades, el poder, el coeficiente de inteligencia intelectual,
la capacidad emocional, el tipo de voluntad y de determinación con la que cada
uno viene dotado. Y al mismo tiempo, sin resignación negativa, los límites del
cuerpo, de la inteligencia, de las habilidades, de la clase social y de la
historia familiar y nacional en que está insertado.
Tales realidades configuran
la condición humana concreta y se presentan cómo desafíos a ser afrontados con
equilibrio y con la determinación de explorar lo más que podamos las
potencialidades positivas y saber llevar, sin amargura, las negativas”.
(Leonardo Boff | Articulo | Cuidar de sí y de los demás en tiempos del
coronavirus | 980 | http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=980).
La vida es el don de la
vivencia y convivencia en armonía con nosotros mismos y con los demás. La
economía es el talento para producir productos, bienes y servicios con
capacidad y resiliencia. Aun cuando se plantee como un debate, la vida siempre
existió primero que los bienes materiales. La vida saludable es la maxima en
todo tiempo, máxime en tiempos difíciles o de pandemia. Necesitamos
reinventarnos todo en estos momentos de pandemia y de la post-pandemia. Dios no
ayude en esta dinámica y dimensión a la que estamos envueltos y evolucionando
como seres humanos. Consolidemos lo espiritual como la oración, rezo, clamores,
meditaciones en fin, para que todos y todas en el nombre de Dios podamos salir
triunfantes siendo sanada la humanidad de esta pandemia de una vez. Tal como
dice el apóstol Santiago, ‘La oración puede mucho. Oh, Dios te lo pedimos en
oración. Amen.
#QuedateEnCasa
#CadenaDeOracion #JuntosNosCuidamos #LaOracionPuedeMucho
#TomaLasPrevisionesSanitarias #DeEstaSaldremosJuntos #NosotrosSomosLaCura
En esto pensad
JAIRO OBREGÓN
20/04/2020
Maracaibo, Venezuela
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