La historia de la humanidad está
plagada de episodios de hambre por los altos precios, las guerras, la
desigualdad y un sinfín de males. Esa ha sido la historia de los imperios,
reinos y democracias. Si quieres disminuir a un pueblo o nación especula con
sus precios.
En la Biblia encontramos
varios casos –muy poco difundidos- sobre los altos precios sobre todo en los
alimentos. Me refiero al Libro profético de Amos capítulo 8: 4,5 y 6
respectivamente. La claridad y actualidad de la lectura bíblica es impresionante
al día de hoy. El profeta denunció el atropello y la desfachatez de los
especuladores de oficio. Veamos.
“Oíd
esto, los que explotáis a los menesterosos, y arruináis a los pobres de la
tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el mes, y venderemos el trigo; y la semana, y
abriremos los graneros del pan, y achicaremos la medida, y subiremos el precio,
y falsearemos con engaños la balanza, para comprar los pobres por dinero, y los
necesitados por un par de zapatos, y venderemos los desechos del trigo?...”
Esa práctica de alzar los
precios ya se veía en los día del profeta Amos. El profeta denunció con mucha
claridad la bajeza de los explotadores y arruinadores de los pobres y
necesitados. Estaban pendientes que algo pasara para tener una excusa perfecta
y aumentar de la noche para la mañana. Ya tenían una astucia y audacia para que
de cualquier situación no vacilaban de darles el zarpazo y la puñalada a los
pobres de su pueblo. Eran inmisericordes, se sentía arrogante y con un grado de
superioridad. De eso se trata como verdad oculta pero verdadera. Detrás de su
alza indiscriminada estaba el odio y el desprecio a los que consideraban
inferiores a ellos.
Se sentían merecedores de
todo y con el alza de precios controlar a los demás para manipularlos con
hambre y sin ningún tipo de reparo. Jamás se acordaban de los pobres con
rebajarle los precios, jamás les llevaron una canasta de nada por solidaridad a
los marginados de siempre, jamás los consideraron sus hermanos en medio de
todo.
La avaricia rompe el saco de
los especuladores y manipuladores de los que se encargan de aumentar
desconsideradamente al que realmente no puede comprar a precios escandalosos. Ya
no se trata de una fórmula de la oferta y la demanda del capital, o un
equilibrio de la microeconomía o macroeconomía según los expertos. Se trata ya
de un crimen de lesa humanidad. A la cárcel deberían de ir el que especule con
cifras de hasta 6 dígitos o más para comprar alimentos.
A esa medida de alza sin
ninguna consideración romperá el saco de los avariciosos compulsivos. Al seguir
aumentando por semana, por día y hasta por hora todo lo que vendan no se podrá
comprar como tal; si en tal caso había 10 personas que usualmente compraban,
llegará a tener solo 1 persona que les podrá comprar, hasta que esa persona no
podrá comprar. Eso perjudica la balanza, el equilibrio, la medida de las
posibilidades. No habrá ni comprador, ni vendedor porque ambos se destruirán
mutuamente.
Los grandes empresarios
saben cómo engañar a los comercializadores haciéndoles ver que también ellos
pueden competir y hacerse rico de la noche a la mañana por arte de magia de
alzar a cada rato y a toda hora los precios a sus antojos. A la postre, los
empresarios tienen reservas incontables y los pequeños y medianos
comercializadores se las verán muy mal cuando vean lo que les viene.
Esos precios no ayudan a
nadie porque nadie los podrá comprar. A esos costos los pobres no podrán
comprar, ni la clase media los podrá soportar, ni los ricos que se creen súper
poderosos podrá disimular porque por mucho poder que pueda tener les vendrá una
contracción económica que los llevará a la ruina. Se necesita tener una economía
sana que respete la regla de juego de manera limpia. Las autoridades deben
tomar carta seria y urgente en el asunto por la sana convivencia y bienestar de
todos. La indiferencia y dejadez no es bueno. Se debe actuar ya sin titubear.
No quiero cerrar con la
desesperanza. Todo lo contrario es necesario abrir los brazos a lo bueno, a lo
agradable a lo digno. Todavía sale el sol para todos y todas en la tierra. Creo
en el Dios de los milagros y de un Padre que nos cuida y ama y sustenta a todos,
en todo y por todo. Sobre todo debemos ser agradecidos al don de la vida en la
tierra de los vivientes.
En Habacuc 3: 17-18 el
profeta también en medio de la calamidad y desesperanza resaltó el anuncio
siguiente:
“Aunque
la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, Y aunque falte el producto
del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de
la majada, Y no haya vacas en los corrales;
Con
todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación…”
En esto pensad.
JAIRO OBREGÓN
17/12/2017
Maracaibo, Venezuela.
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