La
fiesta hebrea e israelita de la Pésaj fue un acontecimiento único, donde el
pueblo pobre y oprimido por el imperio egipcio del Faraón tenía esclavizados
hasta el extremo, en trabajos forzados y látigo en sus espaldas sin
contemplaciones. El pueblo necesitaba de un líder que los condujera a una
realidad totalmente distinta. Éste líder fue Moisés, el salvado de las aguas,
tal como lo relata la narración bíblica del Éxodo.
De esta manera el éxodo relata la salida
victoriosa de un pueblo que por más de cuatrocientos años de opresión pudo
encontrar su futuro con la esperanza de la tierra prometida. La pascua
significó y significa un proceso de liberación y de salvación para todos los
pueblos. Frente a la dominación esclavizadora nos encontramos con la
liberación. Eso es la verdadera trama de la fortaleza de un pueblo que desea
ser libre.
Sin embargo, no basta tener el puro
recuerdo de las cosas pasadas para lograr esa convicción. Se necesita de una
determinación para lograr un futuro lleno de justicia y esperanza en la tierra
en que vivimos.
“…es
que no hay que quedarse en los acontecimientos del pasado por más maravillosos
que hayan sido; quedarse en los acontecimientos y no en Dios es una forma sutil
de idolatría, lo que hay que recordar es a Dios que es quien las hizo, hace y
hará. El éxodo es el acontecimiento arquetipo y por eso es modelo de
acontecimientos nuevos, no es algo en lo que Dios se ha estancado en el pasado.
La sola memoria puede ser peligrosa, no puede ser un permanecer estancados, no
tiene valor sino va acompañada de la esperanza, sino prepara futuro…”[1]
En Dios recordamos para reavivar el
sentido genuino de la pascua de resurrección, de lo pasado sí, pero lleno de
fe, esperanza y amor en lo que emprendemos en el presente continuo. La pascua
de resurrección en el presente es también una pascua de liberación a las
cadenas de explotación y discriminación cultural a la que hemos sido sometidos
a la vorágine del dios del mercado con sus cabezas y cuernos, como esa Bestia
que sale del abismo, utilizando una expresión de la literatura apocalíptica.
Los
símbolos utilizados de la pascua para la proclamación del Evangelio liberador,
no excluyente, son muestra de la fase histórica a la que estamos comprometidos
como la causa del amor de Dios. Es un Evangelio que está lleno de una profética
de anuncio y denuncia, en medio de la confusión para aclarar las alegorías.
“…
un resumen de la proclamación típica de Evangelio que contiene los elementos
esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas
en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de
los judíos, pero también su resurrección por la obra del Padre, porque Dios
estaba con él. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de
acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia
surgida de la fe en su persona como Hijo Enviado de Dios, y como Salvador
universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es unos de
los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para
comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.
Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados,
donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis
del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata
de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano…”
“…Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo
de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura
decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental
noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda
perfectamente construida.
La acción transformadora más
palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de
trasformar el interior de los discípulos –antes disgregados, egoístas,
divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la
causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón…”[2]
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