Hoy,
más que nunca, debemos poner la mirada dónde siempre deberíamos
haberla tenido, en la casa dónde vivimos y compartimos con nuestras
familas y allegados. La vida moderna con los productos que nos
comemos, nos atornilló culturalmente a los patrones preestablecidos
de la producción industrial, a los “empaquetados”, “enlatados”,
“envasados” para adquirirlos a “precios costosos”. Dejamos
de ver que en el hogar podemos alimentarnos hasta un 40% con nuestro
esfuerzo, constancia y dedicación.
La
casa es la respuesta
definitiva para alimentarnos;
con sus
techos, paredes,
callejones, patio y cercas que están abandonadas, sub-utilizadas,
menospreciadas y ociosas.
Esta locura por la “economía
de puertos”, de adquirir alimentos importados nos mal acostumbró a
la dependencia de esos “alimentos” mal sanos, llenos de químicos
nocivos para la salud, dejándonos a la merced de contraer
enfermedades y que nuestro sistema inmunológico se deteriore hasta
llegar al fin de nuestras vidas antes de tiempo muchas veces.
Esa
dependencia emocional y cultural de nunca hacer nada, de echarle la
culpa a los demás, pensando que todo lo merecemos, que todo nos lo
tienen que hacer, es bueno que cambie ese paradigma en este mundo tan
cambiante. El problema no es tanto económico, el problema consiste
en lo cultural cuando adoptamos la actitud contemplativa, cruzándonos
de brazos y quejándonos por la política, la economía y la
sociedad.
La
solución a éste
problema está
en ¡La Casa que Produce Alimentos!
Esa debe ser nuestra consigna la ¡Agri-cultura en Casa!
¡Patios Productivos! ¡Volvamos al Conuco! ¡Canteros es Alimentos!
¡Huerta en casa! Desde
Fundaobregón nos hemos
propuesto a trabajar La Educación para la Agricultura
Urbana con
una serie de Charlas y Talleres para crear la conciencia, la
estrategia y táctica de éste
nuevo mundo agroalimentario.
Es la casa es dónde podemos
empezar a trabajar organizadamente en cultivar lo que comemos. Es
tener el tino de elaborar estrategias comunes con otros vecinos con
el mismo sentir y elaborar esquemas de producción de alimentos como
hortalizas, legumbres, platanos, yuca, frijoles, caraotas, etc.,
dándonos
los alimentos complementarios para la
salud.
Desde
los tiempos inmemorables el cultivo venía de la mano del campesino,
cada quién velaba por su patio y compartía en trueque o intercambio
los alimentos que se producían. Con la llegada de la Revolución
industrial todo cambió, la producción campesina pasó a ser para la
industria y los alimentos elaborados pasaron a ser mercancias. El
adelanto dió un cambio en el modo de producción por la demanda de
más alimentos que debía satisfacer el crecimiento demográfico que
se acercaba. En los siglos XVIII, XIX, XX y XXI se enseñó la
cultura de adquirir alimentos más fáciles de consumir. La falta de
tiempo, por el trabajo en las fabricas, arrojó el resultado del
abandono del campo, llevando a urbanizar nuevas ciudades cosmopólitas
y complejas en su estructura. Todo esto se culturizó acostumbrando
al antiguo campesino a ser un consumidor inerte frío y estático.
Como resultado el hambre golpea el estómago de las familias por la
cultura del desgano, y la apatía a la hora de producir lo que el
estómago pide: ALIMENTOS.
Desde
luego, no somos campesinos ni expertos en la materia de producir
alimentos. Estamos reaprendiendo su valor y dedicación en lo poco,
con la siembra en materos para el cultivo desde lo más sencillo. Es
nuestro deseo seguir este camino de liberación volviendo a las
raíces de nuestro acervo cultural. Redescubrir la importancia de la
agricultura urbana y rural o campesina e indígena como un eje de
desarrollo de las capacidades y destrezas en emprender nuevos caminos
distintos a lo acostumbrado.
Caminemos
juntos este camino de semillas y senderos, desde la perspectiva de
cambiar los paradigmas de la indiferencia, en una que dé resultados
precisos y concisos. Invitámos a las comunidades, a las escuelas, a
las iglesias o congregaciones, y a todos en general que unámos
voluntades y esfuerzos para darles a nuestros hijos un mundo posible.
El rico y el pobre, el blanco y el negro, el hombre y la mujer,
todos, todos, absolutamente todos necesitámos alimentarnos y vivir
bien, sanos y fuertes. Ésta es una de las mejores herencias para
nuestros hijos y nietos. Vale la pena la motivación por ver si se
puede y que entre todos los que piensan como nosotros podemos marcar
la diferencia. La casa es la respuesta para producir lo que comemos.
En
esto pensad.
JAIRO
OBREGÓN
12/02/2016
Maracaibo,
Venezuela.
El texto es precioso y muy necesario, sin embargo por razones de lectura mas fàcil recomiendo otro tipo de letra, tal vez en marrón y fondo blanco o crema, las personas que quieren cansr al lector para que termine dejando de la do algunos detalles hacen la letra dificil de leer, Lo que escribes es de suma importancia facilita su lectura.
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