Hacemos un alto con lo
relacionado con la pandemia (Covid-19) y, todo lo que eso implica, siempre
pendientes de elevar la conciencia del ‘entre cuidarnos’ porque es un mal que
azota al mundo entero. No es “una simple fiebre”, ni se puede “tomar
desinfectante”, como dijeron dos
tristes celebres. Ya son mas 16 millones de contagios en el mundo, y, a Dios
gracias existen también 9 millones de recuperados y, más de 600 mil de muertes
–a la fecha-, desde que se alertó sobre la pandemia por la Organización Mundial
de la Salud (OMS) en el mes de Marzo 2020. Por este medio, un merecido
reconocimiento a todo el personal médico, enfermeros, paramédicos, camilleros,
camareras, laboratoristas, aseo, empleados, directivos y todo el sector salud.
Un Gran aplauso. Pedimos oración general por la salud mundial.
Ahora, bien, muy poco
sabemos de ¿Dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Dónde está verdaderamente nuestro
hogar? ¿En el planeta Tierra-Madre? ¿En el espacio infinito? ¿Tenemos que
seguir encerrados en el esbozo judeo-cristiano tradicional? O, como lo ha
concebido lo “sobre-naturalis”: ¿de
un tercer cielo? O, ¿la “meta-fisique”
de un piso superior a nosotros: arriba perfecto y abajo imperfecto? Siguiendo
los esquemas o formulas platónicas que dieron el dibujo primario del
cristianismo greco-romano. Realmente, no lo sabemos, pero lo intuimos. Los y
las que tenemos una fe o creencia lo tenemos dibujado y, lo esperamos con
convicción porque ha sido nuestra experiencia de Dios, Jesús y su Reino como
creyentes verdaderos. Sin embargo, la cosmología está cambiando y, si se sigue estático
en la ortodoxia sin abrirse un poco a
la heterodoxia se petrificara su creencia por no poder sustentarse con el paso
del tiempo; puesto que hoy la ciencia arroja luces como una gama de colores
como nunca antes. De igual manera, abra que tener cuidado que por seguir lo
nuevo sin tener precaución se podría olvidar la esencia primigenia ¿Cómo se
entrelazarían la ciencia y la creencia en éstos tópicos que exponemos? Para
leer este articulo/comentario se requiere de una mente abierta y consensuada.
No un tema teológico o meramente científico, sino, reflexivo, aun, cuando
contengan cierto grado de cada uno de ellos. En procura de un consenso como propuesta en el debate de las ideas.
Ahora bien, “¿Cuántos de
nosotros saben, por ejemplo, en qué fase de la luna estamos? ¿O por donde
estará el norte (…) en el que estamos? ¿O por dónde sale el sol (Este)? ¿O qué
coordenadas (longitud/latitud), aproximadamente, estamos, o nuestro barrio, o
la ciudad…? ¿O cómo se llaman, de qué especie son, las flores que quizá hay en
la sala, o los árboles que hemos visto en la calle al venir? ¿O qué se ve desde
nuestra ciudad: la Osa Menor, o la Cruz del Sur? ¿O qué constelación se ve en
el cielo en esta época del año cuyo dibujo y nombre lo pusieron los babilonios
o los persas y lo venimos repitiendo desde hace tres mil años? ¿O cuál es,
donde se la ve el cielo, la estrella más cercana a nosotros después del Sol? ¿O
cual de ella es Sirio, la que pasa por ser la más bella, que habrá sido
admirada y contemplada hasta la extenuación en millones de noches por nuestros
ancestros, desde el paleolítico más profundo? ¿O cuál es la constelación de Orión,
a la que miraban los egipcios de los varios Imperios –¡cinco mil años!-, viendo
en ella, no solo la morada de Osiris, de Set, de Horus… sino las almas de los
egipcios que lograron pasar el tránsito hacia la morada divina en el firmamento
(que entonces no era galaxia)…?
Éstas serían preguntas
elementales, obvias, para un ambiente de la naturaleza y del cosmos, alguien
que se sintiera en ellos ‘en casa’, en su ‘oikos’ (home), nada menos que en su
propio hogar, donde todo es conocido, familiar entrañable. Pero no. La mayoría
de nosotros no conoce lo más elemental de este ‘hogar’, vive fuera como de él,
anda en sus preocupaciones, tiene la cabeza en otras historias, y el corazón en
otras compañía [Aun, cuando estamos en una sexta glaciación provocada por la humanidad
en la destrucción del Hogar-Tierra, llamada ésta nueva glaciación como el
antropoceno]. .
Ésta es la primera
constatación, llamativa, y grave. Si no nos sentimos en nuestro hogar en el
cosmos, ¿Cuál es nuestro hogar? ¿Dónde está? Si no estamos arraigados en este
cosmos, ¿somos humanos? Si no conocemos y amamos este cosmos planetario, estará
siendo sana nuestra religiosidad, o completo nuestro cristianismo? Seguro que
nos viene a la mente –y al corazón más preguntas-.
Lo que Isaías [en sus
visiones], Pablo [en sus revelaciones], e incluso Jesús [en los evangelios o
fuentes cristianas] y sus contemporáneos, sabían de la naturaleza y del cosmos,
es ínfimo, en comparación con lo que hoy sabemos nosotros. Hasta los
hagiógrafos –los redactores de los textos que luego se reunieron en la Biblia-
cometieron errores sobre la naturaleza; en los estudios de graduación de
teología o biblia se citan errores tópicos, como la clasificación taxonómica de
algunos animales; es bien explicable, pues la primera aproximación científica
de la taxonomía surgiría con Lamarc, en el siglo XVIII. La ignorancia
científica sobre la naturaleza ha sido inabarcable hasta el desarrollo de la Revolución
Científica. Hace 100 años, todavía no sabíamos que el universo se estaba
expandiendo. Cuando nacieron nuestros padres no había más que una galaxia… no sabía
ni menos imaginaban que pudiera haber otras que las que veían. Hace 30 años
ningún científico conocía ningún ‘exoplaneta’, ni pensaba que lo pudiera haber –ni la palabra
existía-; hoy llevamos más de 4.000 registrados [todos los días se encuentra un
sol estrella y un planeta o exoplanetas, según los científicos]; y calculamos
que debe haber trillones de trillones -¿Cuántos de ellos habitados? [Solo en la
zona habitable de los multi-versos hasta ahora].
La ciencia, un conjunto de
ellas (astronomía, ciencias de la tierra, astrofísica, astrobiología,
espectrografía…), nos presenta otro cuadro, y otra historia (the new
cosmological story) del universo. Y este cuadro tiene hoy otra profundidad,
otra perspectiva temporal: 13.730 millones de años (no los 6.000 que narra la
biblia, y que también ¡Newton!, creyó que tenía la tierra).
Somos la primera generación
que observa al mundo con una base científica. “Dichosos los ojos que ven lo que
ustedes ven” [diría Jesús de Nazaret]. Nadie pudo como nosotros extasiarse ante
el Misterio de la Realidad, como nosotros. Nadie como esta generación puede
agradecer el privilegio de asistir a una nueva Revelación, la que nos ha
desplegado la verdad del mundo, en estos últimos doscientos años (Thomas
Berry). Nadie tiene más motivos que la generación actual, para extasiarse y
contemplar esta Maravilla cósmica en la que estamos.
Leo un volante de una jornada ecológica: Outdoors is where both Iesus and St. Francis
prayed most often… Al
aire libre es donde más frecuentemente oraba Jesús y san Francisco.
Si, y muchos buscadores históricos del Bien, de la Verdad y de la Belleza, que
no necesitaron encerrarlas en imágenes, en conceptos, o imaginárselas
trasladadas a un segundo piso “sobre-natural”, o a un plano “meta-físico”
intocable e invisible… ¿Por qué seguimos pensando el Misterio divino en la
figura, el concepto de los griegos perfilaron como “theós”: un señor, ahí
arriba, ahí fuera, con poder para intervenir omnímodamente, un individuo,
persona como nosotros, un Tú antropomórfico, a imagen y semejanza nuestro? [es el theismo la doctrina que configuró en el imaginario un dios cruel
e iracundo como se conoce hoy día] ¿Por
qué tantos cristianos prefieren nuestros templos, al Templo sagrado de la
naturaleza? (Busca en cualquier buscador “el Dios de Spinoza”, y léelo con
calma).
Hoy podemos tener
comprensión respecto a la ausencia de la Naturaleza en la Biblia, en la oración
hebrea, en la liturgia cristiana. Pero a la vez, lucidez crítica y propósito de
la enmienda respecto de los pecados o las limitaciones ajenas. Podemos
comprender que Isaías se sintiera más cómodo imaginando a Dios como Señor,
poderoso, todopoderoso, capaz de hundir al mundo, a pesar de su mucho amor. Hoy
sabemos que todo lo que pudo pensar/sentir/escribir Pablo, se quedó
lamentablemente corto, y desenfocado, en comparación con las dimensiones y
profundidades que hoy conocemos del Cosmos, que probablemente no sea siquiera
un Uni-verso, sino un Pluri-verso…
Por ejemplo, ya no podemos
pensar que de los 13.730 millones de años de la evolución del cosmos, el
Misterio divino sólo pronunció su Palabra hace dos mil años, y sólo en este
planeta (en ningún otro, de los trillones de trillones de planetas que hay en
el cosmos, y que sólo visitó éste; y que de los millones de millones de
especies que hay en la Tierra, sólo la
nuestra la creó aparte, por encima de todas las demás y con derechos absolutos…[ese
es el pensamiento medieval que ni los protestantes ni el renacimiento pudo con
este fundamentalismo que hoy es caduco y sin sentido].
Igualmente, con el cambio de
epistemología y de las teologías de las religiones, podemos intuir también que
ese futuro escatológico del cosmos, que Pablo describe como centrado en el
Cristo de Fe que él imaginó (no conoció a Jesús), hoy necesitaría otra
formulación menos provinciana y antropocéntrica.
La enormemente ampliada
visión del cosmos, que hoy tenemos, no sólo ‘externa’, sino interna (su
constitución, su historia, su composición, la astrofísica, la bioastronomia, la
física cuántica…) dejan muy chiquitas las imágenes que utiliza Pablo, que hoy
ya no diría lo mismo. Pero su intuición es la misma que hoy nos habita, y esta
Palabra de Pablo nos sirve de pista, y nos empuja a, también nosotros, hacer lo
nuestro los nuevos capítulos de la Revelación cósmica de que somos
privilegiados destinatarios.
Muchas otras cosas más
pueden servir para una reflexión homilética en este sentido, pero no se pueden
traer a colación (…). Por eso lo dejamos aquí. Hay mucha bibliografía sobre
estos nuevos avances de nuestra espiritualidad, eco-espiritualidad hoy día…”. (Servicios
Koinonia | Bíblico | Semana del 12 al 18 de Junio de 2020 | Ciclo A | Fuente
Web | http://www.servicioskoinonia.org/biblico/200712.htm).
A manera de síntesis, puedo
acotar con lo que hemos compartido es inconcebible que la Fe y la Ciencia sean
incompatibles para los conservadores a ultranza. En un tiempo fueron
antagónicas en casi todo los aspectos, aun, cuando, se plantea éstos temas
científicos y reflexivos en la actualidad. Podemos deducir que son dos modos de
ver distintos, pero, se complementan una con la otra. Pienso, como muchos
otros, que, la Física Cuántica es un
puente que une dos aspectos que parecen encontrados pero, que se integran,
porque ambos son prácticamente los mismos.
Todavía estamos en pleno
desarrollo y se van abriendo nuevos horizontes en el devenir de los espacios-tiempos,
entre este Hogar Comun y entre los otros Hogares Comunes, diríamos. La
tradición cristiana puso en boca de Jesús que “prepararía” morada, lugar u hogar para todos. De un modo se
conecta con la mecánica cuántica, aunque no se dé por sentado, pero abriría un
rayo de luz en la complejidad del Gran Cosmos o Gran Misterio que llamamos
‘Di-os’, como expresión de ‘Dí-a’ (s) o, rayo de luz del Día que ilumina todo (sánscrito)
y, se vislumbre todas las moradas u hogares en el aquí y en el ahora; como un
presente continuo, desde la inmensidad hasta la inmensidad. O, de nuestro
hogar-tierra hasta nuestro hogar-cosmos. ¿En dónde estará?
En esto pensad
JAIRO OBREGÓN
20/07/2020
Maracaibo, Venezuela