Jesús de Nazaret de Galilea
es el hombre más influyente de la historia, según analistas occidentales
mayormente. Su nacimiento, su vida pública, su misión, su opción por los
pobres, su muerte y su resurrección es un referente incuestionable. Jesús no
pasa desapercibido en la historia. Todo se ha hablado de Jesús: ricos y pobres,
letrados e iletrados, todos tienen a Jesús una guía de luz en medio de la gran
oscuridad. Podemos deducir parafraseando el evangelio: los pueblos en tinieblas
vieron gran luz, luz les resplandeció (Isaías 9: 2; Mateo 4: 16). Hoy pedimos
que nos ilumine el camino, la verdad y la vida.
Sigo a Jesús de Nazaret de
Galilea de los gentiles y las Buenas Nuevas que predicó y enseñó de manera
singular y plural. Su misión y opción por los pobres fue y sigue siendo la
tarea restante. Como cristiano laico, teólogo laico, educador y librepensador
escribo en el quehacer prof-ético. Veamos en contexto.
Me es un privilegio suscribir
del eminente filósofo, teólogo entre sus muchos estudios. Al Padre de la Filosofía
de Liberación, el escritor Enrique Dussel, nuestro latinoamericano, quien escribió
un artículo que para muchos sonará duro y para otros entendible con una mente
abierta, en la cual plantea en una contextualización del nacimiento de Jesús que
suena observable. Lo he tomado del mi amigo Obispo Gamaliel Lugo (UEPV), en su
cuenta de Facebook, y me pareció muy propio en estos tiempos históricos y hasta
histéricos –diríamos.
DE
UN INMIGRANTE Y EXILIADO POLITICO: JOSHÚA DE NAZARET:
“La filosofía
política nos permite realizar una hermenéutica filosófica de narrativas contenidas en textos religiosos. Lo que se
llama Navidad es una festividad de las culturas del Mediterráneo y de otros
pueblos en la que se celebra al 21 de diciembre, el día más corto del año,
porque desde ese día el sol habría de ir “creciendo”. Era el solis natale. Desde
el tercer siglo dC, el cristianismo adoptó esa fiesta, que no era ni judía ni
cristiana, y celebró el nacimiento de Joshúa de Nazaret. Las circunstancias de
ese nacimiento pasan frecuentemente desapercibidas, fetichizadas bajo sentidos
completamente superficiales.
Se sabe que el emperador
romano del momento ordenó efectuar un censo para poder cobrar los tributos de
sus súbditos coloniales. Palestina era colonia romana. La familia de Joshúa,
descendiente de la dinastía de David, rey de pequeño reino entre el de Egipto y
los de la Mesopotamia, debieron ir a Belén, lugar de nacimiento del indicado
reyezuelo. Como no tenían recursos, eran inmigrantes pobres, María debió dar a
luz al niño en condiciones de indigencia: “lo envolvió en pañales y lo acostó
en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada” (Lucas 1, 7). ¡Pobres
inmigrantes entonces! ¡Un latino o mexicano en el imperio estadounidense! Pronto
la situación agravará.
Y esto porque la monarca
colonial colaboracionista del imperio romano, siendo Herodes un usurpador no de
estirpe real, al enterarse que había la posibilidad del nacimiento de un
descendiente de David, temiendo que un día le disputara el poder, ordenó “matar
a todos los niños de dos años a bajo en Belén y sus alrededores” (Mateo 2, 16).
José tuvo noticias de que “Herodes buscaba al niño para matarlo. [Por ello]
José se levantó, tomó la niño y su madre de noche [propio de un asustado
perseguido], se fue a Egipto y se quedó allí hasta la muerte de Herodes”
(Ibid., 13-14).
Vemos entonces que la vida
de Joshúa se inició en el peligro de la pobreza, la humillación, la opresión (nació
en un pesebre), y no bien nacido casi lo asesinan (de no ser por los buenos
informantes que tenía José). ¡Era entonces un perseguido político! Y léase
bien: perseguido político y no religioso, porque se lo intentó asesinar porque
en la “genealogía de Joshúa, el Ungido, [estaba indicado que era] descendiente
de David” (Ibid., 1,1).
En uno de mis viajes a
Egipto en los 80, en el Cairo –relata Dussel-, me tocó en el barrio antiguo copto
visitar una iglesia donde la comunidad bizantina celebra la estadía de Joshúa
en Egipto. Ese día cobré conciencia de que el tal Joshúa había sido un exiliado
político en Egipto, y por ello un inmigrante indefenso. Debo indicar que esa estadía
en Egipto no le fue a Joshúa inútil. En efecto, Joshúa debió aprender muchas
cosas en su estadía en esa gran civilización –inmensamente más desarrollada que
su pequeña patria palestina-. Entre lo que aprendió fueron los criterios éticos
universales que enumera como principios en el juicio final (acontecimientos
celebrado en las tradiciones egipcias, y que tenía a la gran diosa de la
justicia Ma´at por protagonista y que como jueza suprema preguntaba al muerto,
que pedía la resurrección, que había hecho de bueno en su existencia; a lo que
el muerto respondía: “Di pan al hambriento, agua al sediento, vestido al
desnudo, y una barca al peregrino” –capítulo 125 del Libro de los muertos de
Egipto, que Joshúa reproduce en Mateo 25, enunciado mucho más completo que los
sugeridos por Isaías).
Lo cierto es que aquella
familia de exilados políticos e indefensos inmigrantes cuando tuvieron información
de que “murió Herodes […José] se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en
Israel” (Ibid 2,21). Pero, como toda familia de exiliados políticos, “tuvo
miedo de ir allá”, y esto porque “Arqulao reinaba en Judea como sucesor de su
padre Herodes”. Fue por ello que prefirió estar lejos de Jerusalen donde los
servicios de inteligencia de la época eran menos activos, y por ello “se retiró
a Galilea” (Ibid. 22-23).
Pero no es todo. Al final de
su vida, aquel laico (porque Joshúa
nunca fue sacerdote, y celebró cultos propios de todo padre de familia, como el
hagadá, la “última cena”) enderezó su crítica en primer lugar contra la corrupción
de la religión de su pueblo (“toda crítica comienza por la crítica a la religión”,
dirá siglos después un descendiente judío alemán), y que entrando al templo de
Jerusalen “volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían, diciéndole:
Mi casa será casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de
ladrones” (Mateo 21,13), claro que, al menos, no debió criticarlos por
protectores de peredastas. Podemos decir que Joshúa era anticlerical, cuando el
sacerdocio se ha burocratizado y transformado en cómplice político del poder,
éste mismo también fetichizado.
Aquel Mesías (en el significado
de Walter Benjamín) profético (no davídico o político) vivió toda su vida desde
la experiencia “del tiempo que resta” (en el sentido de Giorgio Agamben), como
alguien con tal responsabilidad por los pobres y las victimas que en poco
valoraba salvar su vida que estaba empeñada en la lucha contra la injusticia y
el dominio de los poderosos (del templo, de la patria colonial y del Imperio). Por
ello, al final, fue acusado de “rebelar el pueblo” (“rebela al pueblo con su
enseñanza”; Lucas 23,5) contra el rey palestino Herodes, el hijo, y el mismo
Imperio romano. Al final es crucificado (la cruz era la silla eléctrica política
de aquella época). La cruz era la condena política contra los terroristas que
se levantaban contra la ley sagrada del Imperio. Esa acusación era nuevamente
una acusación política, no religiosa (porque Pilatos no la hubiera aceptado o
no le hubiera dado importancia de haber sido solo una acusación religiosa).
Por ello, el exiliado político
en Egipto terminó asesinado bajo acusación de rebelión política, y con un
cartel sobre la cruz que nada indicaba de religioso: “Joshúa de Nazaret, rey de
los judíos” (Mateo 27, 38), titulo político y no religioso que el mismo Joshúa
aceptó (“-¿Eres tú el rey de los judíos? […] –tú lo estás diciendo” –respondió Joshúa;
Ibid. 11). Lo que más molestó a los traidores políticos y religioso coloniales judíos,
y al soldado del Imperio, era la predica profético política de Joshúa que al
dar fundamento a los pobres y humillados de sus luchas contra la dominación,
esos explotados se transformaban en actores de la historia desde el postulado
de un Reino de justicia fraterno. ¡Lo cierto es que dicho postulado terminaran
por transformar desde abajo todo el Imperio romano, y a otros posteriormente!
Navidad es una extraña festividad
absolutamente fetichizada e invertida en un sentido fuerte, político, profético,
critico. ¡El mercado y las complicidades de los políticos, de los cristianos y
sus jerarcas la han desvirtuado!” –fin
del artículo de Dussel. (Enrique Dussel | De un Inmigrante y Exiliado Político:
Joshúa de Nazaret | https://www.jornada.com.mx ›
2007/12/27 | F/Web).
Jesús o Joshúa, fue, y es,
en su lado humano una persona que nació, vivió y padeció todo el drama humano
desde la pobreza, la exclusión, el atropello, la discriminación, intimidación desde
que nació hasta que murió. Toda su vida fue al contraste de los patrones
establecidos de la cultura domínate, aún política en su emporio y también de la
complicidad religiosa en ambos extremos. No muy bien había nacido y se convirtió
en un migrante y exiliado político primeramente. Tuvo que huir con sus padres a
otro país/nación (de “Egipto llamé a mi Hijo”, declara el evangelio de Mateo 2:
1-15) –y por qué no, adquirir otra naturalización o nacionalidades en su época-
y aprender de otras culturas si se quiere, es posible. Lo importante es que no
fue ajeno con los pobres, ni marginados, ni migrantes de su mundo. Actualmente,
su vida, su enseñanza, su ejemplo, su misión es signo de esperanza en medio del
caos y situación en la que estamos dos mil años después. Sigamos sus pisadas y huellas
en el camino de la vida.
En esto pensad
JAIRO OBREGÓN
25/12/2019
Maracaibo, Venezuela