Hay
un viejo aforismo que es de Gandhi: “Ten cuidado con lo que haces porque se devuelve
trecientas (300) veces” –sea bueno o malo, acuñamos-. Con esta pandemia del
Coronavirus (Covid-19) que se ha propagado en pandemia mundial, de manera
exponencial, con un rápido contagio a nivel de todas las regiones de la Tierra.
Aun, cuando su recuperación y mortalidad sea baja en proporción (al alto
infección) ha sido una ventaja relativa frente a las muertes. Hasta ahora, van más
de Tres Millones de personas que han dado positiva y, como trecientas mil
muertes en el mundo. El epicentro sigue siendo los Estados Unidos de América,
con más de un millón de personas contaminadas y, cerca de cien mil muertes lamentables,
en su mayoría, esas muertes son de negros, latinos y asiáticos sin decir los
pobres de pobres que existen a los que son invisibilizados.
El Nuevo
Coronavirus ha sido la pandemia de pandemias. Como las pandemias del hambre,
del desempleo, de la desigualdad, del racismo, del capitalismo salvaje, del
neoliberalismo cruel, de la irresponsabilidad, de la arrogancia, del
quebrantamiento de la paz internacional, en fin. Algunos “mandamases” de la
latitud norte, al principio lo tomaron como una burla o un juego, después pasó
en acusaciones a todos y, se indujo a tomar “desinfectantes” para “matar el
virus”, cayendo en cuenta un centenar de personas intoxicadas en los hospitales
en el país de las barras y las estrellas, me pregunto: ¿Qué pasaría si un país
caribeño hubiese dicho tamaña cosa? ¿Que se estaría diciendo acusando
directamente ha dicho país Suramericano? Pero la prensa caya de manera grotesca
de manera cómplice.
Hay
que decir que Venezuela ha sido por la misericordia de Dios el país de la
región que mejor ha tratado el coronavirus con medidas sanitarias de cuarentena
social, con la encuesta online de la plataforma Patria, de los despistajes
colectivos y de la ayuda humanitaria (verdadera) por los canales regulares de
la OMS de la OPS de la Cruz Roja, y, de los países de China y Rusia, y Cuba,
con puente aéreo trayendo suministros; siendo éste país objetivo del
imperialismo económico plutocrático, que en medio de la pandemia, se declaró,
en la ONU el alto al fuego en el mundo, han recrudecido las medidas coercitivas
unilaterales ilegales del marco internacional, como las sanciones, bloqueos,
robos de activos petroleros, persecuciones que genera muchas penalidades y sufrimiento
a los más humildes y; hasta de “aventuras mercenarias” para un cambio de
régimen –así lo declaran- y luego posesionarse del petróleo y el oro –y los
demás- que en este momento de desplome financiero necesitan para paliar su
crisis sistémica; siendo que la correlación de fuerzas ha cambiado no lo han
podido lograr ni lo lograran así tan fácilmente. Desde luego, algunos
connacionales están creyendo que los vengadores de Marvel vienen a salvarlos de
los males que ellos inflen gen y saben cómo
apretar, no es igual llamar al diablo que verlo llegar. Los rambos se quedaron
mirando lejos amarrados por los
pobres de Chuao. Cuidado no se equivoquen el siglo 21 no es el siglo pasado.
Volviendo
al tema. Leonardo Boff esboza un comentario en su artículo del 28/04/2020 lo
siguiente: “Muchos lo han visto claramente: después del coronavirus, ya no va a
ser posible continuar el proyecto del capitalismo como modo de producción, ni
del neoliberalismo como su expresión política (que desangra al hombre de hambre
y miseria). El capitalismo sólo es bueno para los ricos; para el reto es un
purgatorio o un infierno, y para la naturaleza, una guerra sin tregua.
Lo
que nos está salvando no es la competencia –su principal motor-, sino la
cooperación; ni el individualismo –su expresión cultural-, sino la
interdependencia de todos con todos. Pero vallamos al punto central: hemos
descubierto que el valor supremo es la vida, no la acumulación de bienes
materiales (Jesús dijo: “que la vida no consiste en la abundancia de los bienes
que se posee”...Lucas 12:15-20). El aparato bélico montado, capaz de destruir varias veces la
Tierra, ha demostrado ser ridículo, frente a un enemigo microscópico invisible
que amenaza a toda la humanidad. ¿Podría ser el Nex Big One (NBO), el que
los biólogos temen que va a llegar, el ‘gordo’, ‘el próximo gran virus que
pueda destruir el futuro de la vida? No lo creemos. Esperamos que la Tierra
siga teniendo compasión de nosotros y nos esté dando sólo una especie de
ultimátum.
Dado
que el virus amenazador proviene de la naturaleza (o, de la mano del humus o de
Gaia), el aislamiento social nos ofrece la oportunidad de preguntarnos: ¿cuál
fue y cómo debe ser nuestra relación con la naturaleza y, más en general, con
la Tierra como Casa Comun? La medicina y la técnica, aunque muy necesarias, no
son suficientes. Su función es atacar al virus hasta exterminarlo. Pero si
continuamos atacando a la Tierra viva, ‘nuestro hogar con una comunidad de vida
única’, como dice la Carta de la Tierra (Preámbulo), ella contraatacará de nuevo
con más pandemias letales, hasta que nos exterminará.
Sucede
que la mayor parte de la humanidad y de los jefes de estado no son conscientes
de que estamos dentro de la sexta extinción masiva. Hasta ahora no nos
sentíamos parte de la naturaleza ni tampoco como su parte consciente. Nuestra
relación no es la relación que se tiene con un ser vivo, Gaia, que tiene valor
en sí mismo y debe ser respetado, sino de mero uso según nuestra comodidad y
enriquecimiento. Estamos explotando la Tierra violentamente, hasta el punto de
que el 60% de los suelos han sido erosionados, en la misma proporción de los
bosques húmedos, y causando una asombrosa devastación de especies, entre 70-100
mil al año. Esta es la realidad vigente del antropoceno y del necroceno. De
seguir esta ruta vamos al encuentro de nuestra propia desaparición.
No
tenemos otra alternativa que hacer, en palabras de la encíclica papal ‘sobre el
cuidado de la Casa Comun’, una conversión ecológica radical. En
este sentido, el coronavirus no es una crisis como otras, sino la exigencia
perentoria de una relación amistosa y cuidadosa con la naturaleza. ¿Cómo
implementarla en un mundo que se dedica a la explotación de todos los
ecosistemas? No hay respuestas listas. Todo el mundo está a la búsqueda. Lo
peor que nos podría pasar sería, después de la pandemia, volver a lo de antes: las
fábricas produciendo a todo vapor, aunque con cierto cuidado ecológico. Sabemos
que las grandes corporaciones se están articulando para recuperar el tiempo
perdido y las ganancias.
Pero
que hay que reconocer que esta conversión no puede ser repentina, sino gradual.
Cuando el Presidente Francés Macron dijo que la ‘lección de la pandemia era que
hay bienes y servicios que debe ser sacados del mercado’, provocó la carrera de
decenas de grandes organizaciones ecologistas, como Oxfam, Attac y otras, pidiendo que los 750.000
millones de euros del Banco Central Europeo destinados a remediar las pérdidas
de las empresas se destinaran a la reconversión
social y ecológica del aparato productivo, en aras de un mayor cuidado de
la naturaleza, así como de más justicia e igualdad sociales. Lógicamente, esto
sólo se hará ampliando el debate, involucrando a todo tipo de grupo, desde la
participación popular hasta el conocimiento científico, hasta que surjan una
convicción y una responsabilidad colectiva.
Debemos
ser plenamente conscientes de una cosa: al aumentar el calentamiento global y
aumentar la población mundial devastando los hábitats naturales, acercando así
los seres humanos a los animales, éstos transmitirán más virus a los que no
seremos inmunes, que encontrarán en nosotros nuevos huéspedes. De ahí surgirán
las pandemias devastadoras.
El
punto esencial e irrenunciable es una nueva concepción de la Tierra, ya no como
un mercado de negocios que nos coloca como sus señores (dominus), fuera y por encima de ella, sino como una superentidad
viviente, un sistema autorregulado y autocreador, del que somos precisamente su
parte consciente y responsable, junto con los demás seres como hermanos (frater). El paso de dominus (dueño) a frater (hermano) requerirá una nueva mente y un
nuevo corazón, es decir: ver a la Tierra de manera diferente, y sentir con el
corazón nuestra pertenencia a ella y al Gran Todo. Unido a ello, el sentido de
inter-retro-relación de todos con todos y una responsabilidad colectiva frente
al futuro común. Solo así llegaríamos, como pronostica la Carta de la Tierra, a
‘un mundo de vida sostenible’, y una garantía para el futuro de la Vida y de la
Madre Tierra.
La
fase actual de recogimiento social, puede significar una especie de retiro
reflexivo y humanista, para pensar en tales cosas y nuestra responsabilidad
ante ella. Es urgente, y el tiempo es corto, no podemos llegar demasiado tarde".
(Leonardo Boff | Articulo | ¿Qué puede venir después del coronavirus?”- |
2020-04-28 | Portal Servicios Koinonia | Fuente Web | http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=981).
La
vida ya no es la misma como la de antes. Todo ha cambiado de repente. Ojala que
podamos mirar las lecciones que tanto nos da la vida, la naturaleza y el mismo
Dios (o, como cada quien lo crea, conciba o acepte). No solo por el coronavirus
que ya es bastante con lo que pasa. Algunos aclaran que será una “nueva
realidad” postpandemia. Lo peor es volver poner la mirada hacia atrás y querer
vivir una vida desenfrenada en la sobre explotación, alto consumo, despilfarro,
acumulación, y miles de males que infringimos a los demás y a la Tierra. Todo
lo que nos hacemos se lo hacemos a la Tierra y, todo lo que le pasa a la Tierra
nos pasa a nosotros. Tenemos que cambiar de actitud, y aptitud, como seres
humanos que amamos, respetamos y acobijamos. No puede seguir que unos no coman
y otros boten alimentos. Estamos llamados a buscar lo bueno, los valores y
sentirnos uno en unidad con Dios, con nosotros y con la Madre Tierra.
No
todo está perdido. Si algo predica el evangelio es la esperanza aún contra
esperanza, la paz en medio de la tormenta, sabiendo que si no llueve nada crece
como los buenos frutos de la vida. Jesús nos enseñó lo que el concibió como el
reino de Dios, un reino no como los humanos donde los poderosos que quitan lo
que otros tienen y, obligan a ser esclavos a su merced a costa de todo. Jesús prometió
un reino de justicia a favor del hombre, de la mujer y de los niños. Un reino
que estamos seguros del cuidado es uno de sus pilares de la Casa Comun la
Tierra. Aun, cuando suene hipotético o utópico es una realidad ineludible, es
algo que no se ve sino se vive ese es el mensaje de Jesús. No podemos llamarnos
cristianos y ser insensibles ante esta realidad cuestionable. Reflexionemos urgentemente
y cambiemos todo lo que tengamos que cambiar. Habrá que deshacernos de viejos hábitos,
creencias y posiciones encontradas. Estamos ante un cambio de paradigma que nos
compete en la realización inexcusable. Hagamos nuestra parte, seamos
resilientes, vivamos para ser felices aun cuando el entorno sea desconcertante.
Si podemos, y si se puede. Sigamos juntos en este caminar que lograremos la
armonía de la vida compartida en un mismo sentir y sendero de amor ¡que así
sea!
En
esto pensad
JAIRO
OBREGÓN
04/05/2020
Maracaibo,
Venezuela